La incertidumbre que privan las campañas presidenciales en México, denotan tres situaciones críticas: La primera, no queda claro cómo realizarán sus propuestas de trabajo cada candidato, muchas de ellas rayan en lo inverosímil, en la demagogia pura.
La segunda, no se trata de una elección democrática, es una elección de régimen político, los grupos en el poder se pelean con todos los medios que poseen para ganar una mejor posición política y arrebatar el voto a los otros.
Hablamos de una oligarquía encubierta con máscaras democráticas que se venden ante el mercado electoral que ha sabido generar políticos que se comprometen con intereses populares, con intereses particulares, pero no con el pueblo.
La tercera, el ciudadano solamente tiene una función en México, votar, esto explica por qué la democracia está en un proceso de decadencia, que parece que nadie la puede salvar ni Anaya ni Meade y ni López Obrador, de este tamaño es el reto.  Cómo hacer que la democracia cumpla lo que promete.