A 211 años del nacimiento de Benito Juárez, hoy podemos decir que México es un país de instituciones consolidadas, fundamentales para cimentar el desarrollo de una nación que, si bien tiene oportunidades para mejorar en diversos ámbitos, también es cierto que ha encontrado una identidad que ha sido la base del camino que hemos emprendido. No siempre fue así.
Si algo marcó nuestro inicio como país independiente, fue la falta de acuerdos para formar un proyecto de nación.
El desorden y el intercambio de poder entre los bandos contrarios, liberales y conservadores, cedieron para dar paso al grupo encabezado por Juárez.
Esta transición no estuvo exenta de problemas, ya que durante diez años el país sufrió constantes peleas y batallas que definirían nuestro rumbo. Desde las Leyes de Reforma que enarbolaron principios como la libertad y la secularización, pasando por el Segundo Imperio hasta llegar a la República
Restaurada, México se estabilizó como una nación libre para funcionar finalmente como un Estado soberano.
Siglo y medio después, nuestro país tiene nuevos retos, pero como en esa época, tenemos las herramientas suficientes para hacerles frente. Las reformas estructurales que se emprendieron bajo la administración del presidente Peña Nieto son un ejemplo. Representan el inicio de un proyecto que es de todos, gradual y perfectible, pero que nos fortalece y nos permite competir hacia el exterior.
Como en el siglo XIX, hoy México tiene una oportunidad inmejorable para crecer. Ante la adversidad, los mexicanos vencimos la fragmentación y la incertidumbre con valentía y amor propio. Esa es la lección que nos deberá mover: la coyuntura que enfrentamos es una ventana que debemos aprovechar para mejorar, si apelamos a la unión y al esfuerzo a favor de México.

Nuestro Dato: La Constitución de 1857, marcada por ideas de Juárez, cumplió 160 años en febrero.