Confieso que nunca me convenció Pedro Sánchez. El ex secretario general del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) siempre me pareció inconsistente.
Se le notaba mucho que efectivamente sólo buscaba encestar, ya que nos recordaba una y otra vez que su deporte favorito es el basquetbol como también lo es de Obama, sólo que Sánchez encesta mucho peor.
Como consecuencia de su bipolaridad al querer asumir el pasado pero incorporarse al presente, Sánchez tuvo una correcta intuición política.
Aunque utilizar los votos del primer partido de la oposición para abstenerse y que Mariano Rajoy pudiera gobernar, es un regalo envenenado e implica ofrecer en el altar de los sacrificios al PSOE.
El problema es que no tuvo ni la habilidad, ni la capacidad para convencer a los poderes fácticos de intentar hacer algo diferente.
Expresó lo que a estas alturas nadie puede ignorar, España ya no es la misma, el bipartidismo ha muerto y las viejas glorias del pasado ahora son sólo eso, viejas glorias.
Pero al mismo tiempo para alguien que pretendía usar la legitimidad de ayer con la fuerza de hoy, era obligado que tuviera la capacidad –como la tuvo en su momento el ahora denostado Felipe González– de subirse al ring de la historia y asegurar que bajo ninguna circunstancia apoyarían a Rajoy, ni siquiera con la abstención.
En ese sentido, lo que no deja de llamar la atención es que por una parte haya hecho lo correcto, dimitir como diputado, tomar el fusil de la esperanza e intentar restituir a su partido pueblo a pueblo.
Y por otra, haya decidido iniciar un curioso camino al confesar que los niños no vienen de París y que el parto de la historia siempre es sangriento y a veces huele mal.
Mientras tanto, creo que la historia le dará la razón y que el camino que ahora inicia Sánchez que resume el valor del gesto político, le permitirá mostrar de qué está hecho.
Porque hasta aquí sólo sabemos que mide cerca de dos metros, le gusta el basquetbol, sabe sonreír y no supo conquistar el poder al que se creía merecedor.
España ya tiene un gobierno formal, pero está absolutamente desgobernada. Y aunque no estuve de acuerdo con Sánchez en su acción política, entiendo que ha comprendido que una de las grandes verdades de nuestro tiempo político es que ya no basta con seguir asumiendo que “más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”.