Y como no debía suceder así, pues entramos a lo mero bueno de la temporada de lluvias, ahora es cuestión de aguantar un rato, no morir en el intento -de cruzar el puente de Pilares en pleno chubasco- y salir avante de este sitio para continuar, casi, con nuestra vida normal y me refiero a casi, porque si ya libramos las inundaciones, eso no es garantía de no caer en un “bache” y se descomponga -mínimo- una llanta y rin, porque siendo alarmistas, en una de esas nos debemos aventar una carrera estilo mariposa para llegar al otro lado del hoyo…Mira, lectora, lector queridos, no quiero ser aguafiestas, pero si con las lluvias “atípicas” que la naturaleza nos ha zampado en los últimos días las cosas están como millones lo hemos visto, no quiero pensar cómo nos irá cuando el agua se deje venir en serio. Y si no es mucha molestia, hacemos un paréntesis para preguntar ¿cómo es que las lluvias atípicas nos dejan cualquier cantidad de agua, inunda nuestras calles, bajo puentes y avenidas muy grandes, pero las presas siguen en niveles muy bajos? No quisiera ser el único mal pensado, pero no puedo dejar de imaginar esos cientos metros cúbicos de agua ¿dónde diablos se van?, porque muy “atípicos” los aguaceros, pero pues parece la lluvia es tan selectiva que sólo decide caer en las grandes vías para poner en mal a servidoras y servidores públicos y no sólo eso, pues también ellos padecen de las consecuencias, pues los camionetones en donde dan el rol se ensucian y no es de Dios…Bueno, pues según un especialista consultado por este espacio, por lo menos son dos factores combinados y generadores de esta situación. La primera está relacionada directamente con la deforestación, la tala inmoderada, el cambio de uso de suelo y el empeño casi ladino de darle en la torre a cerros y bosques. Obviamente alado, me dicen, llueve igual o más en las áreas altas de las montañas, montes, cerros etc., pero como no hay árboles, como tampoco en el subsuelo se tienen raíces, el agua “resbala” libremente y nada la detiene. ¿Qué significa?, casi nada, el agua llega a las ciudades y se anega en donde no debería -según los funcionarios- y causa incomodidades a la población…La otra se refiere a la bajada de la misma, en su libre camino hacia la zona “encementada”, pues va jalando piedras, tierra, hojas y dos que tres residuos de basura encontrados en su camino. La consecuencia es la misma; la ya señalada, pero con una diferencia: ahora los funcionarios podrán culpar a la población, porque son unos cochinos, tiran basura por donde se les pega la gana y no entienden, nos tallamos el lomo para hacer trabajos de desazolve, invertimos una gran parte del presupuesto, pero pues no les importa y ahí está la consecuencia. “Haiga sido como haiga sido”, las lluvias continuarán y seguramente seguiremos lamentando lo “atípico” de las precipitaciones pluviales, mientras volteamos la mirada para seguir evitando mirar cómo se acaban nuestros bosques.
La rabadilla del Pollo
Pollos en el tejado me dicen, para estas alturas y con relación al tema tratado del “Jefe” Milton, como lo anunciamos, pronto habrá novedades, pues acaba de surgir una pista fundamental para el desarrollo de las investigaciones. Todo con calma, no vaya siendo se asuste la liebre…Aunque el INEGI diga lo contrario, por hoy, cierro pico. Shalom. Mi correo es: alfredo.albiter@capitalmedia.mx.