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#HerenciadelMéxicoAntiguo Aquellos que rezan…

Carlos G. Alviso López
 

Siempre estaban internos en la meditación. Uno de sus principales utensilios para invocar la bondad de los dioses era el sahumador, en esa época conocido como tlémaitl, cuyo significado en náhuatl es “manos de fuego, este artefacto etéreo era no más que un incensario. En él, se ponían brasas del fuego sagrado. Tenía forma de […]


Siempre estaban internos en la meditación. Uno de sus principales utensilios para invocar la bondad de los dioses era el sahumador, en esa época conocido como tlémaitl, cuyo significado en náhuatl es “manos de fuego, este artefacto etéreo era no más que un incensario.

En él, se ponían brasas del fuego sagrado. Tenía forma de una enorme cuchara y la adornaban en ocasiones algunas figuras de animales como la serpiente, el jaguar o un águila, seres representativos de fuerza y misticismo del espíritu mexica, quienes también se relacionaban con las deidades.

Aquellos que rezan, esos sabios que instruyen en el Calmécac a la nobleza mexica, eran sacerdotes que en sus largos años de existencia, se vertían la experiencia y los saberes de los planos de la vida. Conocían los destinos, sabían de la muerte y el Mictlán.

Estos personajes de alcurnia y respeto entre los antepasados, tenían dones sobrenaturales y entendían cuáles eran los rumbos de contacto con lo cósmico. Ellos controlaban el contenido del Tonalámatl que era el libro de los destinos de cada una de las personas que habitan la Tierra.

Sus hojas y forros estaban hechas de piel de venado y un papiro fabricado con cortezas de algunos árboles. Las tintas se realizaban con algunas plantas que tenían ciertos colorantes, así como cochinillas que pintaban de rojo. Ahí se inscribían todos los días de la vida de las mujeres y hombres.

Los sacerdotes preparaban las festividades y por ende, los rituales que acompañaban a estas ceremonias en las que los miembros de la comunidad tenían un papel qué desempeñar, con el único fin de saciar a los dioses y tenerlos contentos para que el mundo siguiera su curso normal.

Sus rezos y plegarias al sistema politeísta prehispánico, servían para que la cotidianidad no fuera afectada por una catástrofe natural, por la derrota en las guerras floridas, que hubiera alimentos, haciendo en su conjunto de creencias el incremento de la fe, rituales y costumbres que hoy son una herencia más del México antiguo.