Existen muchas leyendas que se han convertido en teorías de la llegada de los aztecas a la Gran Tenochtitlan. Se afirma que varias tribus nahuas salieron de un sitio llamado Chicomóztoc, el lugar de las siete cuevas, en busca de un territorio próspero que sus dioses indicaron con toda disposición se fundara la gran ciudad del imperio mexica.
Fue entonces que durante algunos años, estuvieron deambulando por gran parte de nuestro país, atentos para encontrar dicha señal que en sueños y premoniciones las deidades habían ordenado para la creación de nuevas poblaciones, nuevas etnias que desde entonces habitarían nuestro México.
Hay quienes afirman que Chicomóztoc se encuentra en la región que actualmente conocemos como La Quemada, en el estado de Zacatecas, sin embargo, es día en que no se puede saber con exactitud la georreferencia del mítico sitio donde inició el camino hacia la ciudad del lago de Texcoco.
La leyenda cuenta que Huitzilopochtli, el colibrí izquierdo, con los chichimecas emprendieron un extenso caminar de muchas décadas, hasta que un día ubicaron un águila parada en un nopal devorando a una serpiente, era ese el indicador para asentarse ahí y erigir lo que sería la urbe del poderío mexica y el inicio de un símbolo que hasta hoy es eje total de nuestra identidad.
Este exhaustivo andar quedó plasmado en lo que hoy se denomina la Tira de la Peregrinación, misma que indica pasajes de este aventurado adagio que provocó el movimiento de cientos de antiguos mexicanos y que en su pasar por las distintas zonas que recorrieron, muchos de ellos echaron raíces y formaron pequeñas ciudades.
De esa manera y con las habilidades artísticas que de siempre han caracterizado a nuestros antepasados, tenemos un códice pictográfico que consta de veintiún láminas y media que registra buena parte del origen de México-Tenochtitlan y los pobladores del Valle de Anáhuac, así como el símbolo del águila en un nopal comiéndose a la serpiente, todo en su conjunto una herencia más del México antiguo.