Son dueños del vuelo nocturno, capaces de pasar en vela días enteros, en el sigilo de los acontecimientos que ocurren en las sombras. También, se mantienen expectantes y vigías de aquellas personas que por descuido o por hábito, deambulan en lo más profundo de la noche.
Así son los tecolotes, animales que en la mitología mexica están íntima y estrechamente relacionados con el señor de la muerte, Mictlantecuhtli. Dicen, de antaño, que su ulular anuncia la desgracia y es una premonición de que el fallecimiento de algún individuo está por ocurrir.
Su nombre proviene del náhuatl, que quiere decir pico torcido y aseguraban que era el principal mensajero del dios del Mictlán, ya que su capacidad de ver en la oscuridad le confería un poder sobrenatural con el que predecía el destino. Hechiceros y adivinos acudían a él, para preguntarle los designios futuros de las deidades.
Reza la leyenda maya que hace varios siglos atrás, el tecolote fue invitado a la fiesta de las aves, a ella acudieron pavorreales, quetzales, águilas, colibríes y muchas otras especies de plumajes preciosos. En esta tertulia, un humano de carácter nefasto y burlón, hizo escarnio de la apariencia del tecolote.
Fue tan severa y despiadada la crítica, que la humillación llevó al tecolote a odiar a los humanos, tanto, que su cantar vaticinaba algo funesto, una tragedia que culminaría en el deceso de una persona, por eso, desde tiempos remotos, su canto es temido por la gente.
Por aquella injusticia, dicen que el tecolote y los humanos no se llevan bien, el rencor hacia nuestra especie ha sido irreconciliable por más intentos realizados para retomar una buena amistad entre estas aves y nosotros. Aún a pesar de las ofrendas y veneración ritual conferida al tecolote, ha sido imposible.
Historias y mitos alrededor de esta fatídica relación se han dado, propiciando el respeto hacia los tecolotes y ¿por qué no?, el pavor a su canto nocturno. Hasta dichos populares contextualizan lo que comento, por ejemplo, aquel que dice “cuando el tecolote canta, el indio muere” y son una herencia más del México antiguo.