El toloache es reconocido por las tradiciones muy antiguas de nuestro país, como una planta medicinal en dosis adecuadas, pero también es indudable que sus efectos son dañinos y hasta mortíferos, suministrada en cantidades excesivas.
Nombrada como la yerba del diablo o la flor para atraer el amor, ha sido utilizada por chamanes seris de Sonora para tener visiones y ayudar a los cazadores a guiarlos a sus presas. Asimismo, gran parte de los grupos étnicos del norte de México lo utilizan aún en rituales.
Dicen que el toloache es una planta con espíritu propio e invisible, capaz de manipular a su antojo el clima, es indispensable para limpias del alma y para tratar dolencias corporales y sentimentales de las personas.
Hay quienes lo utilizan como amuleto de buena suerte para apuestas, pero principalmente, para cuestiones amorosas y cautivar a algún amor fuera del alcance de quien la o lo pretende. Reza una leyenda que el toloache es esposo de la mujer maíz y emparentó por ello con el Sol.
Esta crónica tepehuana, argumenta que los infortunios amorosos del toloache lo encaminaron a tener dos amantes, aberración que le costó caro, ya que su castigo sería agachar la cabeza y estar a la disposición total de quien solicitara sus quehaceres.
Siglos atrás el toloache se utilizó en rituales precisos para la iniciación de jóvenes mujeres en la pubertad, dotándolas de enseñanzas como madres. En este proceso se les pintaba el rostro y se les dibujaban pasajes históricos de la importancia de su progenie.
Narraciones españolas confirman que el toloache era consumido recurrentemente para llevar la cuenta exacta del tiempo y entender las circunstancias climáticas. Afirman que daba también una resistencia física para soportar caminar sobre bazas o intensa lumbre, en pocas palabras, los convertía en aliados del fuego.
Actualmente la utilización del toloache ha llevado a estudios científicos de sus efectos, así como a análisis antropológicos de su connotación sagrada, espiritual y amorosa que son una herencia más del México antiguo.