Para las culturas de Mesoamérica, el murciélago representa un misticismo de fuerza y conocimiento de la noche, de astucia y supervivencia, aún a pesar del pequeño tamaño que posee. En la cosmovisión de antaño, sus dimensiones corpóreas las destacan en la magnanimidad de atributos humanos como la valentía.
En estas valoraciones de actitud y espíritu, al murciélago se le relaciona con la agudeza y paciencia para abatir cualquier adversidad, saliendo avante de las peripecias que por ende lleva consigo vivir en la oscuridad, de los peligros que acechan las sombras y lo recóndito de la noche.
Se dice que en el Cerro del Murciélago de Zinacantepec, habita de hace siglos un enorme murciélago, que está al pendiente y atento de la protección de los habitantes de este municipio mexiquense, situado en el Valle de Toluca, al pie del majestuoso Xinantécatl.
Además de ser un morador del Mictlán, súbdito del señor del inframundo Mictlantecutli, es quien puede interceder para la extensión de la vida de una persona, el murciélago de Zinacantepec, dicen en la tradición de sus pobladores, es un animal hosco, indómito y muchas veces salvaje al extremo.
No obstante a ese hostil comportamiento, es un aliado fiel a los zinacantepequenses, generoso y vigía de su integridad en las siembras, defiende a los niños de cualquier maldad humana o cósmica, a las mujeres encinta las protege con sigilo de males del aire y la envidia.
Se dice que este quiróptero (mamífero volador) es también un guía que transporta a los difuntos al plano espiritual, sus incansables alas emprenden el vuelo con las almas a cuestas de solo algunos que son agraciados para este viaje astral a una nueva vida.
Los murciélagos son misteriosos, en algunos casos, la gente les teme por el revuelo grupal de cientos de ellos, pero lo que es cierto, que nuestros antiguos lo veneraban por ser inseparable de la noche y una herencia más del México antiguo.