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Opinion

#HerenciadelMéxicoAntiguo El jorobado de la lluvia, Tláloc y Chalchiuhitlicue

Carlos G. Alviso López

Entre los mexicas había un lado femenino y masculino de las deidades, esa dualidad proporcionaba equilibrio a los sustentos y necesidades de los humanos. No era la excepción para los designios de la lluvia, el trueno, los mares y absolutamente todo lo relacionado con lo acuático.

Los seres celestiales, con la encomienda de hacer llover para la manutención de las milpas y sembradíos, de controlar mares, ríos, lagunas y dar vida a la flora y fauna que habitaban en estos espacios acuosos, eran Chalchiuhitlicue, por la parte femenina, y Tláloc, complemento masculino.

Se dice que, el gobernante de Chalco eligió a un jorobado para ofrendar la vida de este a los súbditos de ambos señores del agua. Lo resguardó, durante 80 años, en una cueva profunda del Popocatépetl, cerro concentrador de agua y venerado por los grupos étnicos de antaño.

Nunca, el mandatario de Chalco, perpetró el sacrificio del jorobado, y no obstante a su cautiverio en la caverna, las cosas se tornaron distintas para los habitantes de Chalco, ya que en el año 12 Casa, que corresponde a 1465 de la era cristiana, los mexicas invadieron el territorio y fueron sometidos al poderío azteca.

Hay datos de que el hombre jorobado se fue a vivir a la orilla de un río, cuya ubicación hasta hoy es desconocida. Los mixtecos, registraron en un pictograma la estancia de un personaje al que llamaron 10 Viento, el cual se relata que en su preparación como sacerdote, tuvo un encuentro con el jorobado.

En la pintura se ve al jorobado dándole de beber un líquido espumoso a 10 Viento, el cual se piensa que es un brebaje sagrado con poderes alucinógenos que permitirían al iniciado al sacerdocio de aquellos tiempos, limpiar su mente de prejuicios y miedos terrenales, para ver con claridad el rumbo de sus gobernados.

Este suceso, aseguran, dio pie a que Chalchiuhitlicue y Tláloc reclutaran de ayudantes para hacer llover, a jorobados y enanos, como se documenta en algunos Códices, pinturas murales, vasijas y otros registros que nos dejaron nuestras sociedades nahuas como una herencia más del México antiguo.

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