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#HerenciadelMéxicoAntiguo El matrimonio mexica

Carlos G. Alviso López
 

Era común que los hombres de la clase noble mexica contrajeran nupcias entre los veinte y los veintidós años de edad. Los matrimonios en su mayoría, estaban consensuados entre las familias de la élite, ya que debían casarse solo los pertenecientes a lo que llamaban pipiltin, el estrato social alto. La esposa, en náhuatl denominada […]


Era común que los hombres de la clase noble mexica contrajeran nupcias entre los veinte y los veintidós años de edad. Los matrimonios en su mayoría, estaban consensuados entre las familias de la élite, ya que debían casarse solo los pertenecientes a lo que llamaban pipiltin, el estrato social alto.

La esposa, en náhuatl denominada cihuantlantli, era elegida por los padres del varón, cuya costumbre derivaba en que una anciana pedía la mano de la mujer, posterior a ello, la futura consorte se trasladaba a casa de su prometido donde se comenzaban a estrechar, simbólicamente, los lazos entre ellos.

Mediante un par de mantas que se anudaban fuertemente, se acercaban al fogón de brasas incandescentes, como metáfora de un amor perenne e indestructible. Acto seguido, había una comilona en la cual los novios se daban de comer uno al otro, en señal de cortesía y procuración.

Las cihuapipintin o mujeres nobles, se dedicaban al hogar y a las labores domésticas de aquellos entonces, como tejer, hilar y decorar con pintura algunos telares para prendas, pero su mayor objetivo dentro del matrimonio, era dar continuidad al linaje de las familias y no solo procrear, sino educar a mujeres y hombres de bien.

En tanto los macehualli, es decir, el común del pueblo, no tenía rituales rígidos ni mucho menos un compromiso obligado por intereses políticos o económicos como en la clase noble. El pópulo hacia las bodas en el calpulli, o sea, dentro del barrio que habitaban y, por supuesto, había celebración.

Los jóvenes macehuales pedían permiso a los padres de la novia para que la mujer fuera su “manceba”, es decir su pareja en unión libre. Después de algún tiempo, si de este vínculo nacían hijos, era momento de desposarse y construir un núcleo familiar para los vástagos.

Entre la clase baja, las mujeres dedicaban su vida al metate, a trabajar en los campos y, por supuesto, a la crianza de los hijos que desde remotos tiempos nuestros antepasados fincaron, dentro de su organización social, al matrimonio como parte del desarrollo familiar y dejándonos una herencia más del México antiguo.