Por sobre todas las cosas mundanas, se idolatraba a la mujer en la época prehispánica, nuestros ancestros se enfocaron a valorar la dualidad que da equilibrio al universo: siempre hay un lado femenino con su par masculino. Desde la era más remota, los antiguos mexicanos enaltecían y respetaban la esencia femenina.
Entendían nuestros predecesores que en su delicadeza y finura, estaba la creación de la vida, que en su ímpetu maternal y que en la fortaleza descomunal apasionada de su ser, se encuentra la consecución de generaciones, sabían que cada fémina está destinada a trascender en todo momento, por eso debe ser protegida y venerada.
Hubo un tiempo de oscuras acciones, de abusos contra muchas doncellas, pues en 1468 un personaje podrido de alma, de avanzada edad, se le encomendó, por parte de Moctezuma, el Huey Tlatoani, cobrar los impuestos, digámoslo así, a los pueblos subyugados y registrados en la Matrícula de los Tributos mexica.
Abusando de su poder violaba mujeres, pero la impunidad llegó a su fin con la derrota de los aztecas. Enardecidos, los huastecos capturaron al infame mayordomo de Tenochtitlan a quien mataron, desollaron y desmembraron para mezclar sus restos con masa de maíz martajado molido en el metate, que además fue enchilada y todo en su conjunto envuelto con hojas de papatla y plátano.
Cavaron un agujero que rellenaron de piedras y brazas para introducir a cocción el enorme tamal con la carne del agravioso; después de cocido, proporcionaron a las mujeres ofendidas un trozo, quienes gritaban con júbilo “tlanque cualantli”, es decir, se acabó el problema en voz huasteca. Así, repitieron este ritual gastronómico con la carne de enemigos prisioneros capturados en batallas. De este suceso nace el tradicional Zacahuil, que con los años venideros a la influencia española, su catequización y mestizaje, se sustituyó la carne humana por la de cerdo, pollo y res, pasando de un ritual de sanación a las vejaciones y ultrajes contra las mujeres huastecas, a un platillo típico de identidad de la cocina mexicana: el Zacahuil, hoy una herencia más del México antiguo.