Sacerdotes y gobernantes lo bebían, pues era consagrado a los dioses prehispánicos para saciar en veces su gracia, para otros tiempos se ofrendaba como parte de un ritual y en otras ocasiones, certeramente se ofrecía para celebrar con divinidad el agradecimiento de la misericordia de alguna deidad.
El pulque tiene elementos naturales que no sólo nutren el cuerpo sino el alma y espíritu de quien lo ingiere. El maguey, de dónde proviene, es considerado un obsequio celestial, cuyo contacto con la fertilidad de los campos anuncia la dualidad y potentado de quienes formaron el mundo y le dieron sustento.
Reza una historia que fue Xóchitl, una bella y joven mujer, quien descubrió el pulque, pues ella caminaba por los campos, hablaba con los conejos, tlacuaches y venados, les preguntaba de su vida, de sus quehaceres, quería saber cómo es que era su rutina diaria para entender aún más porqué amaba tanto a la naturaleza.
Un buen día, observó un cúmulo de tlacuaches que iban y venía de los sembradíos de maguey, corrían contentos, hacían agujeros en ellos de donde se percató salía un líquido blanco, el cual lo probó y quedó fascinada por su textura y sabor.
Rápidamente llevó un poco de pulque a Papantzin, su progenitor, quien también se extasió con la dulzura de este néctar para rápidamente ofrecerlo a su gobernante de nombre Tepalcatzin y de esta manera adoptó la bebida como su principal ofrenda.
Notaron que con el paso de las semanas el pulque cambiaba su tonalidad y no solo eso, también su sabor, se hacía más ácido y sabroso y es ahí donde conocieron la fermentación que tiempo posterior perfeccionaron en su técnica y procesos.
Al acostumbrarse a su ingesta, entendieron que el pulque era una herramienta que contactaba a los dioses por conducto de la embriaguez moderada, es así que concluyeron dotar de simbolismo, mística y respeto al maguey, es así que durante siglos y de generación en generación el pulque, la embriaguez y el maguey hoy son una herencia más del México antiguo.