Cuando los días de sequía agobiaron los campos de siembra, se podía sentir la intensidad del calor y la ausencia de humedad en los espacios arados. Surgió la preocupación, porque si no llovía, los frutos jamás nacerían y la hambruna azotaría a las personas, dejándolas indefensas y sin alimentos.
Fue entonces que un joven llamado Tajín, caminaba por las praderas desoladas, consternado, porque su vida no era pacífica, pues con todos peleaba, ya fuera con las hormigas rojas o negras que la pasaban trabajando o con los monos y hasta con los árboles reñía.
De pronto el cielo comenzó a nublarse, se puso de color negro y el resplandor del sol dejó de brillar con intensidad y aparecieron siete truenos ante Tajín, suceso que además de desconcertarlo, lo atemorizó, salió corriendo, pero era imposible huir de ellos, no había movimiento más rápido que el de un trueno.
Al tenerlos de frente, Tajín con voz quebradiza y nerviosa susurró una pregunta: ¿quiénes son ustedes?, a lo que respondieron contundentemente, “somos los siete truenos, encargados de subir hasta las nubes y hacer llover”. Sin reparo, Tajín interrumpió a uno de los truenos, situación que los molestó por tanta impertinencia.
Tajín, incrédulo cuestionó el trabajo de los siete truenos, poniendo en duda su eficacia, pero este encuentro no era casualidad sino aleccionador para el muchacho, ya que los siete truenos le explicaron que al subir a lo más alto de las nubes, el secreto para hacer llover era hacerlo con pasión y felicidad, porque los campos serían fértiles.
Al atender Tajín el serio comentario de los siete truenos, en él cayó la reflexión del porqué en toda su vida había teñido problemas con cuánta criatura o persona se cruzaba en su camino y se dio cuenta que en su interior no le daba a las personas el valor que merecen, no respetaba los quehaceres de las demás criaturas.
Así, además de darle una lección a Tajín, quien después se convertiría en un líder que vio por muchas generaciones, los siete truenos subieron hasta las nubes y comenzó a llover, dejando un ejemplo de humildad, sabiduría y templanza para la humanidad a través de Tajín, valores que hoy son una herencia más del México antiguo.