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#HerenciadelMéxicoAntiguo La siembra, sus cosechas y los dioses venerados

Carlos G. Alviso López
 

Era tan exacto el sistema y ciclos de siembra que los prehispánicos tenían en todo el territorio mesoamericano, que sabían con certeza y precisión el momento idóneo para arar la tierra, prepararla para la mayor fertilidad y depositar las semillas correspondientes, según la zona geográfica de la que se tratase. En el centro de nuestro […]


Era tan exacto el sistema y ciclos de siembra que los prehispánicos tenían en todo el territorio mesoamericano, que sabían con certeza y precisión el momento idóneo para arar la tierra, prepararla para la mayor fertilidad y depositar las semillas correspondientes, según la zona geográfica de la que se tratase.

En el centro de nuestro país, el maíz, frijoles, jitomate, calabazas, y otros alimentos más, provenían de un proceso experimental milenario, en el cual la prueba y error llevaron a nuestros antiguos a ser expertos en la producción agrícola.

Esta actividad primordial de sustento y supervivencia conllevaba misticismo y, por supuesto, la veneración de dioses en planos masculino y femenino, que, con su obra y gracia, hacían florecer las mazorcas y dar vida a sembradíos prósperos en los terrenos de cultivo.

Ejemplo era Cintéotl, encargado de las mazorcas del maíz. Su nombre en náhuatl significa, Dios Mazorca. O en su caso estaba Xilonen, deidad de la mazorca joven, que se le conoce como jilote. También intervenían los poderes de Chicomecóatl, siete serpiente, que hacía crecer los granos del elote.

Los prehispánicos tenían divididos los ciclos agrícolas, en ellos se encontraba el tonalco que era la temporada más calurosa del año y, en efecto, significaba “el calor del sol”, caracterizada por sequías y falta de agua, a su vez, existía el xopan, “la época verde”, donde la lluvia hacía reverdecer los campos.

Tláloc, deidad dueña del agua, las lluvias y el trueno, era fundamental para que cualquier semilla diera alimentos a través de los nutrientes naturales que el agua por sí sola les proporciona y que indudablemente es vital para ello.

En festividades, murales, vasijas, esculturas y figuras pétreas, se dejó plasmado el rigor y trascendencia que la agricultura tuvo en la base alimentaria de nuestros antepasados mexicanos y que muchas de sus técnicas hoy siguen representando una herencia más del México antiguo.