Un sinfín de sonidos, ritmos y algunas armonías se hacían presentes en los templos de nuestros pueblos antiguos. Ceremonias, fiestas y rituales eran acompañados por música, percusiones y hasta con los sonidos de la naturaleza; podría ser el canto de un ave o el rugir de un jaguar, ¿y por qué no? la caída de la lluvia o el silbar del viento.
La música en tiempos prehispánicos era interpretada por verdaderos artistas que empíricamente se hacían diestros en algún instrumento para dar viveza a la voz de los dioses a través de melódicos sonidos. Eran hombres y mujeres que nacían con el gusto por crear notas armónicas, los encargados de ensalzar a sus divinidades.
En todo Mesoamérica el concepto de música era variado, se utilizaban elementos naturales como el bambú, los caracoles, algunos trozos de pieles para la cobertura de tambores, carrizos huecos a los que se les agujeraba para hacer flautas, entre muchos más materiales que daban vida a diversos instrumentos musicales.
Al pasar de los años y hacerse más metódicos en la enseñanza musical, en los teocallis, que eran las escuelas de los mexicas, había ya instauradas clases prácticas para formar a los intérpretes de ritmos. Lo consideraban como una gran responsabilidad.
Enaltecían con sus sonidos virtuosos las danzas rituales que formaban parte de las fiestas o celebraciones ceremoniales para los dioses. Los instrumentos eran concebidos como recipientes sacralizados que guardaban con sigilo la voz de las deidades, bajo ese contexto se trataban con sumo respeto.
De hecho, se guardaban en templos con guardias vigías. En el interior de estos recintos, las paredes eran diseñadas para dar cabida a estos artefactos musicales que los hacían acompañar de estatuas y figurillas de los dioses de la música y la danza, quienes dotaban de ciertos dones a las personas.
La música dio paso a adorar a los seres mitológicos de nuestros antepasados, además, ayudó a amenizar la vida de hombres y mujeres en la era prehispánica, ésta fue un incentivo para la alegría del alma, el buen humor y es una herencia más del México antiguo.