Había veces que el silbar del viento era ensordecedor en las planicies mesoamericanas, era tal el estruendo que la gente se guardaba en sus hogares, expectante y a veces temerosa de que alguna desgracia provocada por las inclemencias de las ventiscas afectaran de alguna manera sus vidas.
Ehécatl era el poseedor de los ventarrones, él tenía la disposición a suma voluntad del aire. Era tan peculiar su veneración que, para esta deidad los templos a su merced tenían una forma peculiar que se diferenciaba de los otros basamentos y es que estos eran redondos.
Esa circular base de las áreas ceremoniales de Ehécatl simbolizaba una serpiente enroscada, ese reptil en posición cautelosa y concentrada, presta para el ataque defensivo o simplemente la rápida reacción para capturar alguna presa a la cual inyectara su veneno para después engullirla.
Para quienes entendían la importancia del viento en la vida y su equilibrio en mis cinco elementos, sabían que Ehécatl podría con un simple soplido, llevar las semillas y contribuir a la siembra natural de semillas de frutos, flores y legumbres. Asimilaban también que un enojo, podría provocar torbellinos o tornados.
A veces, reza una historia añeja, que los soldados águila encomendaban sus victorias a una acción hostil y efectiva provocada por Ehécatl y era que con un ínfimo respirar podía levantar tolvaneras para cegar a los contrincantes y así complicarles la visión en el campo de batalla.
Las leyendas que circundan el diario porvenir de las actividades de Ehécatl son tantas e interminables, distintas en contexto y personajes, sin embargo, todas confluyen en una línea de injerencia en el destino del mundo, y es que su control ejercido en los vientos provenientes de los puntos cardinales es vital para la conservación de los humanos.
Las civilizaciones que fundaron y forjaron el Ombligo de la Luna, es decir México, siempre y desde entonces supieron cuán trascendente es el viento y su control ejercido por Ehécatl, ese legado de enseñanza y respeto a los elementos naturales de la Tierra que es una herencia más del México antiguo.