Ellos, los nahuales, quienes sólo aconsejaban en sueños, eran nuestras almas gemelas asignadas por las deidades en el preciso instante del nacimiento, que según los Nahuas estarían ahí, por siempre y para siempre, en todo momento, acompañándonos durante el resto de nuestro existir en este mundo.
Bajo la tutela del Dios de la guerra y los sacrificios ensangrentados, Tezcatlipoca, los nahuales permitían revisar el mundo espiritual y las acciones individuales diarias de cada persona, pues el significado de Nahualli es “mi vestidura” con capacidades de desprenderse del alma humana para transformarse en un animal o una criatura mitad hombre mitad bestia, que llevaría a los extremos todos los sentidos y ello nos permitiera ser más acertijos.
El conocer bien a su nahual, decían, confería habilidades sensitivas y agilidades físicas como la vista del gavilán, el olfato del lobo o la velocidad y oído agudo del ocelote. ¿Y cómo era esa metamorfosis? Hay quienes afirman que los conocedores de la magia y la divinidad, podía a voluntad propia, transformar su cuerpo humano en algún animal, otros… otros aseguraban que ellos, los que controlan el tiempo, los conocimientos y la adivinación dejaban su cuerpo dormido mientras el espíritu encarnaba a la bestia.
Fue de tal suerte, que quienes lograron dominar esas artes de transformación y supieron que su nahualli les daba fuerza corporal y del alma, tuvieron la fortuna de convertirse en algún ser de la mítica fauna prehispánica para, a veces, llevar a cabo alguna petición de los dioses aztecas o simplemente maximizar sus habilidades mundanas y terrenales.
Aún, en Veracruz. primordialmente en la Sierra de Zongolica, dicen que los nahuales siguen acompañando las vidas de los pobladores, por ejemplo, una mujer cuyo nahualli es el cenzontle, posee una voz privilegiada, un hombre que tiene el temple y la valentía bien arraigada, lo acompaña la fortaleza de un águila, todo esto que relato hoy, una herencia más del México antiguo.