Durante muchas horas, cientos de mujeres trabajaban en las nopaleras, recolectando insectos llamados Grana Cochinilla, pues durante medio año estos animalitos se han reproducido por miles con su brillante tinte, tan valioso para teñir telas y producir pintura para cerámica y murales.
Las recolectoras se sentaban durante horas, frente a un solo nopal y con un cepillo delicado y suave hecho con pelaje de cola de venado, juntaban algunos centenares de Grana Cochinilla, posteriormente los echaban en agua muy caliente. Era tan laborioso este quehacer, porque para juntar una libra de tinte, se requerían setenta mil insectos.
Los antiguos conocían a la Grana Cochinilla como Nocheztli, que proviene del náhuatl nochtli, es decir, tuna y eztli que significa sangre, dado que su hábitat es el nopal y tiñen de un color rojo intenso, similar al de la sangre.
El cactos donde nacen estos gusanos, se le conoce como Nocheznopalli, ahí se crían y engordan hasta tomar una forma redonda, envolviéndose en una pequeña tela, en donde mueren y se amontonan para ser recogidos.
Esta enorme producción de gusano nocheztli, era una materia prima tan preciada para pintar las paredes de murales, la cerámica y la ropa que utilizaban los prehispánicos. También se le conocía como sangre de tuna.
La grana fina proveniente de dichos insectos, se valoraba por su tono colorado. Los españoles le llamaban gusano del tunal y su uso tiempo después de la Conquista se extendió hasta Europa, pues en Francia los primeros diseñadores de modas de hace ya varios siglos, la utilizaban.
El tinte de la Grana Cochinilla quedó plasmada en vasijas, basamentos y algunos otros utensilios de añejas culturas arraigadas en nuestro país, quienes nos legaron un rico acervo histórico que es una herencia más del México Antiguo.