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Opinion

#HerenciadelMéxicoAntiguo Peligro en las Aguas

Carlos G. Alviso López

¡Cuidado!.. ¡Cuidado con esa mano que lleva por cola!

Así advertían los antiguos mexicanos del peligro que significaba el Ahuízotl, así prevenían a los niños y jóvenes inexpertos que osadamente desafiaban los misterios acuáticos, de esta forma reprochaban a los confiados que cruzaban las aguas sin precaución.

Este mítico animal tenía cuerpo de coyote, manos de mono, pequeñas orejas, diminutos y afilados colmillos, un pelaje negro similar al de las focas. Lo que le caracterizaba provocando el terror de sus víctimas, era su larga cola que terminaba en forma de mano humana con la que sorprendía a incautos jalándolos a las profundidades.

Ahuízotl significa “Espina de Río”, porque al salir del agua su pelo se convertía en cientos de puntiagudos picos. Cuentan que era uno de los hijos de Tláloc, amo y señor de las aguas. Según mencionan, merodeaba sigilosamente el Lago de Texcoco y vivía en cavernas acuáticas.

Aseguran que el Ahuízotl tenía encomiendas divinas, dado que asechaba a las personas, las elegía por mandato de los dioses para así llevar sus almas a servir en otras dimensiones. Su ataque era característico, producía un llanto similar al de un bebé, creaba remolinos que expulsaban peces, a veces ranas, llamando la atención de pescadores.

Registros históricos hablan de él, lo refieren también los españoles como fray Bernardino de Sahagún al afirmar: “es tamaño como un perrillo, tiene el pelo muy lezne y pequeño, tiene las orejitas pequeñas y puntiagudas, tiene un cuerpo negro y muy liso, tiene la cola larga y en el cabo de la cola una como mano de persona; tiene pies y manos, y las manos y pies como de mona; habita este animal en los profundos manantiales de las aguas.”

Para salvar las embarcaciones se le ofrendaba parte de la pesca obtenida, su voraz apetito era casi incontenible. Quienes así no lo hacían, eran atacados, ahogados, les comía uñas, dientes y ojos. Por haber muerto a manos del hijo de Tláloc, los difuntos iban al Tlalocan, su fallecimiento se consideraba un sacrifico, hoy una herencia más del México Antiguo.

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