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#HerenciadelMéxicoAntiguo ¿Qué pasa en la noche?

Carlos G. Alviso López
 

Los tambores retumbaban desde el Templo de Quetzalcóatl, anunciando el toque de queda para los habitantes de la Gran Tenochtitlan, quienes debían parar sus actividades lo más pronto posible, pues la puesta del Sol estaba por llegar y con ella la oscuridad de la noche que consigo traía peligros, misterios sobrenaturales y otras situaciones más. […]


Los tambores retumbaban desde el Templo de Quetzalcóatl, anunciando el toque de queda para los habitantes de la Gran Tenochtitlan, quienes debían parar sus actividades lo más pronto posible, pues la puesta del Sol estaba por llegar y con ella la oscuridad de la noche que consigo traía peligros, misterios sobrenaturales y otras situaciones más.

Al caer la noche, las casas se iluminaban con el fogón de la cocina y algunas antorchas que se prendían con ocote, principalmente, así como con alguna otra corteza resinosa que mantenía la flama constante en los hogares y en los templos de la enorme ciudad precortesiana.

Según la creencia antigua, a diario moría el Sol, el atardecer era su agonía y al ocultarse en el occidente, la prevalencia del inframundo era absoluta, por ello, los mortales debían permanecer en sus casas y de ese modo no serían presas de entes cósmicos o algún enviado de Mictlantecutli, señor de reino de los muertos.

Se dice que había un primer aviso para prepararse para ir a sus hogares y el toque definitivo lo harían los estudiantes del calmécac, no habría más oportunidad para resguardarse en casa en la seguridad que da el seno familiar.

En el plano terrenal, había infractores de las leyes sociales de aquellos entonces, por ejemplo, existían encuentros furtivos entre jóvenes pertenecientes al cuicacalli, que era la escuela de música y danza prehispánica. Solían esconderse en las afueras de Tenochtitlan o en lugares sumamente oscuros, para tener amoríos.

También, en aquellos tiempos los delincuentes y abusadores que aprovechaban para robar o hacer algunas averías en los plantíos o talleres de artesanos, quienes en ausencia de estos saqueaban al por mayor herramientas, telas y otros elementos de manufactura que los intercambiaban por algunas viandas.

Pero algo más macabro traía consigo el ser noctámbulo irresponsable, ya que espectros fantasmales y aires malignos podían acechar a estos y sus familias. Por tal razón, desde siempre ha sido de cuidado el transitar por la noche, tomando precauciones que hasta hoy son una herencia más del México antiguo.