Llegó a tener una extensión territorial de casi 22 kilómetros y una densidad demográfica de cien mil habitantes. ¿Se imaginan la capacidad de los plantíos y cosechas para alimentar a tan numerosa ciudadanía? Pero algo más importante: el abastecimiento de agua para tal cifra de individuos.
La ingeniería hidráulica de Teotihuacán es algo impresionante y digno de reconocer, por la precisión con la que fueron construidos el drenaje y los acueductos que dotaban del líquido vital a la comunidad de aquellos entonces, pues no había adelantos tecnológicos en qué apoyarse.
Gracias a su ubicación geográfica, aquellos magníficos edificadores aprovecharon los ríos y canales que estaban alrededor para, primero, recolectar el agua y posteriormente, llevarla por canales elaborados de piedra y tierra.
Lo sorprendente de esto es que la excavación y el nivelado de estos, estaban perfectamente realizados bajo la directriz que tenía el terreno de forma natural. Del principal acueducto, se derivaban múltiples ramificaciones que llegaban a distintos puntos de Teotihuacán, para así proporcionar agua.
Las temporadas de sequía eran abatidas con la concentración de agua que se juntaba con antelación, proveniente de ríos, pero también de la lluvia. Estos canales tuvieron impacto en la imagen urbana de Teotihuacán, ya que además de cumplir con su cometido, tenían detalles arquitectónicos.
En ocasiones los muros de contención y escaleras con las que contaban, eran adornados con algunas figuras o estructuras que embellecían el entorno y acompañaban al sistema hidráulico como parte de un servicio público de la época prehispánica.
Hoy en día se pueden observar en las ruinas de Teotihuacán algunos vestigios de esto que comento. La minuciosa y bien hecha ingeniería hidráulica de esta ciudad mesoamericana, ha sido estudiada en diferentes ópticas y disciplinas, una herencia más del México antiguo.