www.capitaledomex.com.mx

#HerenciadelMéxicoAntiguo Xochimilco y la sonrisa eterna del ajolote

Carlos G. Alviso López
 

Devastada la tierra estaba, pues cuatro soles en su haber no le habían sido suficientes para dar vida y mucho menos continuidad a los humanos. Este cuarteto de eras fallidas como secuela, tenían la desolación y agobio de las deidades. Su divinidad, a pesar de infinita, era falible, pero su tenacidad fue implacable. Con ese […]


Devastada la tierra estaba, pues cuatro soles en su haber no le habían sido suficientes para dar vida y mucho menos continuidad a los humanos. Este cuarteto de eras fallidas como secuela, tenían la desolación y agobio de las deidades.

Su divinidad, a pesar de infinita, era falible, pero su tenacidad fue implacable. Con ese ímpetu lograron que naciera el Quinto Sol, hicieron que la suma de 52 años por era, fuera el predominio de una humanidad duradera y perpetua en su raza.

Fue entonces que los canales del precioso Xochimilco, donde los dioses aztecas decidieron que nacieran las flores, protagonizó una mítica y fascinante huida.

El dios Xólotl, hermano mellizo de la Serpiente Emplumada, Quetzalcóatl, estaba aferrado en ser una persona, obstinado en llevar una vida común como ser humano, ello era impermisible, tenían para él otra encomienda y no podía desafiar el destino, mucho menos entrar en franca rebeldía ante el designio de arrojarse a la hoguera del fuego sagrado y mantener así vívidamente la quinta era.

Su pertinaz anhelo lo obligó a escapar del celestial reino de esos entonces prehispánicos, dicen los que saben, que utilizó artimañas de nahual para convertirse en distintos animales y al llegar a Xochimilco, fue tanta su admiración por el maravilloso chinamperio, que quedó impactado, se obsesionó por vivir ahí transformado en persona, su poca pericia para esconderse y su obviedad, lo delataron.

Aseguran que fue Tonatihú, el Sol, quien desde lo alto lo miró y sin reparo alguno se abalanzó a su captura. Xólotl no tuvo más remedio que aventarse al agua de los canales de Xochimilco para huir de las llamas feroces de Tonatihú, convirtiéndose en el mítico ajolote, animal de generosidad extrema y bondad inquebrantable.

Afirman que en el momento de lanzarse al agua, fue alcanzado por los rayos del Sol que le mutilaron los dedos pulgares y con ello jamás pudo regresar a su forma humana, pero a cambio, le fue otorgada una eterna sonrisa que hasta nuestros días portan orgullosos los ajolotes, animales de añejo misticismo que son una herencia más del México antiguo.