El pasado 23 de abril se celebró el Día del Libro, una fecha cargada de historia y simbolismo.
Conmemorando las muertes de Cervantes, Shakespeare e Inca Garcilaso de la Vega, la UNESCO estableció en 1995 este día para recordarnos la importancia que tiene el hábito de la lectura, más allá de la escuela o el trabajo. Como decía la poetisa estadounidense Emily Dickinson, “para viajar lejos, no hay mejor nave que un libro”.
En nuestro contexto, la Encuesta Nacional de Lectura y Escritura de 2015 reveló que los mexicanos leemos en promedio 5.3 libros al año, colocándonos como el segundo lugar en Latinoamérica, solo por debajo de Chile. Además, destacó que los mexicanos leen más por placer que por necesidad; si bien el gusto de las nuevas generaciones por leer está creciendo, falta mucho para consolidar a la lectura como una herramienta de inclusión y crecimiento.
El acceso a los libros ha evolucionado, así como las costumbres de los lectores. Ahora, con la digitalización y el crecimiento del mercado de libros electrónicos, la información que transmiten puede llegar a más personas. Esta democratización del conocimiento es fundamental, ya que para guiar el desarrollo sostenible, prioridad para este siglo, debemos hacer de la lectura un promotor primordial de justicia, para que las personas encuentren mayores oportunidades y puedan conocer sus derechos.
Ante el combate a la pobreza, el facilitar el acceso a la información es esencial. Por eso, hoy más que nunca debemos redoblar esfuerzos para que en nuestro país, en nuestro campo de batalla, nadie se quede sin leer, sobre todo los más pequeños. Una de las principales metas a corto plazo debe ser la alfabetización universal, y en este sentido, los libros seguirán siendo construcciones de conocimiento irremplazables.

Nuestro Dato: En México, el porcentaje de analfabetismo pasó de 25.5% en 1970 a menos del 5%, al último dato disponible.