“Engaño de independientes: Castañeda con la plutocracia”
CARLOS RAMÍREZ
http://indicadorpolitico.mx
[email protected]
@carlosramirezh
Desde que se inventaron los pretextos se acabaron las reputaciones. El problema con los candidatos independientes no radica en que alguien se declare al margen de los partidos y se nomine como aspirante de sí mismo, sino que como siempre ocurre en México la manipulación “chotea” las posibilidades ciudadanas.
Viejos políticos y figuras que pertenecieron a la clase política y que no alcanzan nominaciones en sus partidos ahora se proyectan como candidatos ciudadanos, cuando en realidad todos los habitantes de la polis somos ciudadanos, incluyendo los candidatos formales de los partidos.
La independencia política implica no sólo la marginalidad del sistema sino la decisión de rehuir las complicidades. El ex canciller foxista Jorge G. Castañeda desde hace años quiere ser candidato independiente a la Presidencia de la República, pero pertenece a la plutocracia que sigue controlando la política nacional.
La independencia política implica la coherencia de construir nuevos espacios políticos y nuevas formas éticas de percibir el poder, no asumirse como independiente pero vivir en las reglas del viejo régimen.
La presencia de Castañeda en la fiesta del jefe panista Diego Fernández de Cevallos, presidida por Carlos Salinas de Gortari, fue el retrato fiel de la vieja clase política que sigue imponiendo las reglas del juego político. ¿Cómo suponer un gobierno realmente independiente de quien no sabe sino codearse con la élite del poder?
Lo primero que tienen que definir los independientes que salieron de los salones del poder del viejo régimen es el significado de independencia. En los hechos, la independencia debe implicar una ruptura con las viejas reglas del juego, la construcción de una ética social contraria a los protocolos de la política institucional y la configuración de nuevos valores.
Al convivir con la vieja plutocracia salinista que tomó el control de la República en 1979 y que definió el proyecto nacional de desarrollo vigente basado en el mercado y la desigualdad social, Castañeda mandó el peor de los mensajes: no es independiente.
La independencia exige una distancia crítica de los beneficiarios del salinismo, lo mismo el jefe Diego que contribuyó a la victoria de Ernesto Zedillo en 1994 que el Carlos Slim que salió como el mejor beneficiado en la privatización de la economía pública. La sola asistencia a las grandes fiestas del poder implica una definición de complicidad y no una postura en contra de lo que significa la élite gobernante.
Si llegara a ser presidente independiente de la República, ¿cuál sería la conducta de Castañeda frente al PAN salinizado, ante la privatización que benefició a Slim y que creó la verdadera plutocracia y ante el propio Salinas de Gortari que diseñó e impuso por la vía del autoritarismo político y represivo el rumbo neoliberal de la República?
La convivencia de los independientes con el poder institucional —por haber pertenecido a él aunque ahora buscando posiciones desde fuera de los partidos— no hace sino limitar sus alcances; el símbolo de los independientes, el gobernador neoleonés Jaime Rodríguez, El Bronco, se ha visto incapaz de definir, procesar, construir, impulsar y consolidar una forma independiente de hacer gobierno y ya ha caído en las viejas complicidades del poder político.
La foto de Castañeda entre la plutocracia salinista-cevallista lo desautoriza a asumirse como independiente para 2018 porque aparece entre el montón de políticos, religiosos, periodistas, intelectuales y plutócratas beneficiaros del viejo régimen. Política para dummies: La política es el arte atender lo superfluo para distraerse de lo esencial que no es visible para los ojos.