Gane o pierda el PRI gubernaturas el domingo 5 de junio, el gran derrotado político será Manlio Fabio Beltrones como presidente nacional del partido. Lo enviaron a la dirigencia del tricolor para rehacer la política pero el cochinero electoral exhibe la desesperación por ganar las elecciones a cualquier precio.
Las reformas estructurales económicas y productivas del presidente Enrique Peña Nieto necesitaban un nuevo sistema político y una nueva correlación de fuerzas sociales. Beltrones había mostrado capacidad de negociación cuando operó reformas como virtual vicepresidente de la República en la segunda mitad del sexenio de Vicente Fox y fue el garante de la estabilidad al manejar la toma de posesión de Felipe Calderón que López Obrador quería llevar a una crisis constitucional.
En ese escenario, su tarea como presidente del PRI estaba en las reformas políticas y sobre todo del partido en el poder para modernizar el sistema político. Su dilema fue muy claro: impulsar la transición política hacia un sistema con mejores equilibrios y legitimidades o restaurar el viejo régimen con un partido del Estado otra vez asentado en el poder presidencial a cualquier costo. El 5 de junio será la restauración del viejo régimen.
En un análisis de nuevos equilibrios político-económicos, las reformas estructurales del presidente Peña Nieto no darán resultados porque son incompatibles con la estructura política todavía autoritaria y dominada por el PRI. La mayor presencia de la oposición en votos, el dinamismo del sector privado, el aumento de la corrupción y el activismo creciente de la sociedad antisistema y anti-PRI en las redes sociales exigían la gran reforma del PRI.
El PRI se reformó al modificarse el proyecto de desarrollo: Plutarco Elías Calles pasó de la economía porfirista a la del Estado, Cárdenas cambió a PRM para la economía petrolera y Alemán hizo el PRI para moldearlo a la economía mixta con dominio de Estado, vía controles pero beneficios privados vía utilidades. Salinas inauguró la economía de mercado y la integración a EU con el mismo PRI y ahí comenzaron los problemas del partido.
Beltrones, como Colosio, tenía el mandato presidencial de modernizar al PRI; pero prefirió el control del Poder. Ninguno de los actuales candidatos del PRI se salva de la contaminación del viejo PRI: las denuncias de corrupción debían de ruborizar al presidente nacional del partido. El aparato electoral del tricolor es, de nueva cuenta, una oficina de fraude. Y el espionaje político al adversario suplió la sensibilidad política.
El PRI puede ganar elecciones, pero carecerá de legitimidad moral. Cualquiera que sea el resultado del domingo 5 de junio, el saldo para el PRI y su dirigente nacional será adverso. Nunca como hoy la guerra sucia avalada por el PRI como política electoral.
La gran oportunidad del regreso a la Presidencia con un margen importante de legitimidad en el 2012 será anulada por las prácticas electorales del PRI y los perfiles de los candidatos a gobernador.
Los Murat en Oaxaca, Javier Duarte en Veracruz, César Duarte en Chihuahua, Hinojosa en Tamaulipas, el desprecio a los priistas en Sinaloa, el regreso de Mario Marín en Puebla, Roberto Borge y su candidato en Quintana Roo hablan del PRI de la corrupción, la complicidad y el fraude electoral.
Lo malo para el país y para Beltrones es que el PRI que salga del 5 de junio será el PRI de la candidatura Presidencial de 2018.
Política para dummies: La política es el manejo del discurso para explicar lo inexplicable y lograr que siga sin explicación.
CARLOS RAMÍREZ
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