La alternancia que se dio en las gubernaturas de siete estados de la República puede ser una ilusión óptica o sólo las ganas de creer. De 2000 al 2012 el PAN tuvo la Presidencia de la República para gobernar igualito que el PRI, con el PRI y, como se vio en el 2012, para el PRI.
Las agendas del PAN, del PRD y de Morena están más cerca del sólo arribo al poder que de la construcción de un nuevo sistema político, régimen de gobierno y Estado nacional. En Durango, Veracruz y Quintana Roo la alianza PAN-PRD fue con ex priistas.
Las propuestas de campaña de los siete candidatos panistas que ganaron posiciones regionales tres fueron contra el gobernador saliente –Veracruz, Quintana Roo, Chihuahua–, una –Puebla– montada sobre la precandidatura presidencial del gobernador saliente y tres –Tamaulipas, Aguascalientes y Durango– con agendas demasiado locales.
En ese sentido, la modificación en la redistribución del poder regional no se dio con una agenda de reconstrucción del sistema/ régimen/Estado sino que se agotará en la mera alternancia de partidos. Desde 1989 en que la oposición comenzó a ganar gobiernos estatales, en ningún caso ha habido una reorganización del viejo régimen.
Por eso el PRI pudo regresar sin problemas a la presidencia, recuperar Sinaloa y Oaxaca y mantener Zacatecas, Hidalgo y Tlaxcala.
Así, el concepto de alternancia en siete estados de la República opositores es engañoso. Es la hora en que ninguna oposición ha definido un proyecto de reconstrucción del dominio priista más allá de los votos en temas que representarían una verdadera alternancia: la ideología nacional basada en la historia oficial acartonada, la estructura de poder presidente de la república-Estado-PRI y la política económica clientelar.
En la permanencia del proyecto nacional priista se localiza la inviabilidad real de la alternancia. Lo que se ve en procesos electorales competitivos y cambios de partido en niveles de poder es sólo relevo en la administración del mismo proyecto político.
Y mientras el PAN, el PRD y Morena sigan funcionando como priistas, el PRI seguirá tranquilo y confiado en la lógica de la alternancia: la oposición en el poder agota sus posibilidades en la estructura priista y el PRI inevitablemente recuperará lo perdido.
La fragilidad de las alianzas se localiza en el modelo Sinaloa: en el 2010 el priista Mario López Valdez abandonó el PRI y fue candidato de la alianza PAN-PRD, gobernó seis años como priista y en su sucesión facilitó la victoria del PRI atando a los priistas para que no se pasaran al PANPRD.
En Oaxaca el gobernador aliancista PAN-PRD, Gabino Cué Monteagudo, apoyó la candidatura del priista Alejandro Juanito Murat para permitir la reelección de José Murat Casab.
De los 12 mandatarios PAN o PAN-PRD que gobernarán ninguno representa hasta ahora un cambio de enfoque en el proyecto político de desarrollo priista. Y en el PRD es lo mismo: los cuatro gobernadores perredistas son inclusive hasta más priistas porque fueron forjados en el modelo político e ideológico del Estado clientelar.
De ahí que la victoria del PAN sea superficial en términos de capacidad de gobernar y en nada van a cambiar las expectativas de la República porque el modelo político e ideológico del PRI funciona con el PRI o con la oposición. Y como se vio en el apoyo del PAN y PRD a las reformas estructurales de este sexenio, la oposición puede incluso ser más priista que el PRI.
Política para dummies: La política es el juego de las certezas dudosas.