Durante los ocho años en los que el actual secretario de Salud, José Narro, fue rector de la UNAM –“Por mi raza hablará el espíritu” , impulsar oportunidades de estudio y de trabajo para los jóvenes abandonados fue el principal leitmotiv de su mandato.
En aquel momento hacía profilaxis social profunda, porque más que luchar contra la neumonía, luchaba contra la muerte de las ilusiones, la desesperanza y el incendio social.
En medio de esta campaña tan loca, tan cara, tan demente, donde no sé quién ganará pero sí tengo la ligera sospecha de que muchos acabarán siendo muy ricos sobre las vergüenzas de nuestra democracia; echo de menos la intervención de los hombres buenos.
Echo de menos a un López Obrador subido en su púlpito de la honestidad y de la lucha contra la corrupción, pero dejando de lado las estridencias y sin que olvide que cada vez que habla, pierde.
Echo de menos al secretario Narro subido en la legión que procuraba impulsar a aquellos que ni estudian, ni trabajan, para saber cómo ahora aunque esté en el gobierno federal, sin pertenecer a un partido político, comienza la campaña electoral presidencial tratando de dar un mensaje de esperanza a los jóvenes mexiquenses.
En el Estado de México, la entidad más poblada del país, existe también el mayor número de jóvenes “ninis”, algo que podría acabar convirtiéndose en el combustible del fracaso de nuestro sistema.
Pero además en ese estado asesinan a las mujeres cuando los huesos de Ciudad Juárez siguen sin ser enterrados.
Y es que, el feminicidio en el Edomex se ha convertido en una grave epidemia y en una de las lacras que acompaña a ese estado, que además se enorgullece de tener la mayor cantidad y calidad de becas académicas, y las mejores condiciones del sistema de salud.
Sin embargo, sería conveniente que consideraran que mantener a las mujeres vivas también forma parte de los programas de salud de los gobiernos.
Aunque en esas campañas, más allá del totum revolutum de que puede salir el tricolor, llegar el azul o Morena, faltan programas concretos y específicos dirigidos a los votantes que más los necesitan y esos son ni más ni menos que los jóvenes, las víctimas de feminicidio y todos aquellos que aún esperan.
No sé cómo serán usados los llamados hombres buenos en la campaña, pero lo que sí sé es que si este proceso es el preámbulo del 2018 –y lo es–, entonces qué están esperando para abrir el banderín que enganche el voto de los “ninis” y para usar esos ocho años de rectoría de la máxima casa de estudios del país, de donde salió el cimiento intelectual y el corazón que construyó el México del siglo pasado.