Muchas cosas pudieron haber evitado la estrepitosa derrota que padeció el PRI en las elecciones pasadas. La lógica indica que los yerros cometidos por los gobiernos impactan severamente en la estabilidad y presencia del partido en el poder, y en México las cosas son simples: si falla el gobierno, falla el voto. Esas fueron las consecuencias que el presidente Enrique Peña Nieto decidió correr cuando dejó de cumplir con su obligación política y jurídica.
Fue Manlio Fabio Beltrones Rivera, entonces presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, quien alertó al Mandatario de las circunstancias que imperaban en tres de los estados más importantes del país en razón de su geografía, población, producción, turismo, y su contribución a la economía nacional. La petición del líder del partido fue una sola: separarlos del encargo. La decisión: que fuera el titular de Gobernación quien les comunicara el veredicto y los conminara a renunciar.
El primero en ser llamado fue Roberto Borge Angulo de Quintana Roo, cuyos excesos monetarios eran bien conocidos no tan solo por sus gobernados, sino por los seguidores del Club de Futbol Barcelona a causa de su presencia cada 14 días en uno de los palcos más exclusivos del estadio, y las consiguientes bacanales de viandas y caros vinos con las que premiaba a sus invitados.
De ahí el gasto de más de mil millones de pesos en alquiler de aviones, claro está, con cargo al bolsillo de los quintanarroenses. Dijo que no abandonaría la gubernatura, y punto.
El señor Javier Duarte de Ochoa, gobernador de Veracruz, fue el siguiente compareciente. La friolera de faltante registrada por la Auditoría Superior de la Federación ascendía a más de 35 mil millones de pesos. Su defensa fue en el sentido de que había cooperado para diversas campañas de su partido, y que si realizaban una revisión saldrían a flote las cantidades destinadas para ello. Después de esa advertencia, regresó como si nada al Puerto Jarocho.
El tercero fue el otro Duarte, el de Chihuahua, advirtió que el banco lo adquirió con su dinero y aportaciones de la familia. Claro está que en sus declaraciones patrimoniales nunca declaró tener caudales y familiares ricos. Sin más, regresó a su tierra a seguir depredando. Lo peor de toda esta historia es que el PRI perdió las tres gubernaturas y ganó tal descrédito que será difícil que refrende el triunfo en las presidenciales de 2018.
Finalmente, Duarte de Ochoa dejó la gubernatura anticipadamente para, presuntamente, preparar la defensa de su honor y patrimonio. César Duarte sigue hasta ahora muy campante en Chihuahua, aunque Javier Corral Jurado advirtió que lo meterá a la cárcel. Esa es la historia que tiene al borde de la derrota al PRI en muchas partes, pero sobre todo con luces rojas en el Estado de México, la entidad sede del grupo político más poderoso del país.
Javier Duarte de Ochoa se ha separado del poder en Veracruz, y lo previsible es que termine tras las rejas. Roberto Borge enfrentará en menos de 10 días un proceso de expulsión de las filas tricolores, y seguramente la cárcel por todo lo que robó y sustrajo en Quintana Roo, y César Duarte Jáquez tiene el encierro por destino a decir de Javier Corral. Y ni qué decir de los Hermanos Moreira. Ellos y la indecisión presidencial por castigarlos serán los culpables de la derrota del PRI en 2018. Al tiempo.