Vladimir Galeana
La Universidad Nacional Autónoma de México se ha consagrado como el espacio de la pluralidad en el pensamiento, y uno de los santuarios para los científicos que han construido con sus actividades cotidianas verdaderos templos del conocimiento. Mucho tenemos que agradecer a quienes han hecho de la práctica científica y del estudio uno de los mejores y más grandes campus en el mundo, y del que quienes pasamos por sus aulas nos vanagloriamos y nos sentimos orgullosos.
Pero también hay que decir que aunque muchos siguen haciendo verdaderos esfuerzos por seguir avanzando, hay quienes siempre han pretendido la regresión porque les acomoda mejor para sus fines. Y no es que me guste ser agorero del desastre, pero mucho lucharon los verdaderos estudiosos de las ciencias para prestigiar a nuestra máxima casa de estudios, como para permitir que cualquiera pretenda tirar por la borda lo que a los universitarios nos ha costado mucho tesón y esfuerzo.
La Facultad de Derecho ha sido siempre una de las más solicitadas entre los jóvenes, y cuenta con los mejores seminarios y los catedráticos más prestigiados del país. Sigue manteniendo una de las matrículas más numerosas, y su actual director, Raúl Contreras Bustamante, ha emprendido la tarea de modernizar y tecnificar las instalaciones para que la impartición de las cátedras resulten más interactivas y fructíferas para los futuros profesionales del derecho.
Pero nunca falta el prietito en el arroz. John M. Ackerman es un respetado catedrático que tiene y mantiene fuertes ligas con Andrés Manuel López Obrador, el eterno candidato de algunos grupos de la izquierda mexicana a la Presidencia de la República, y porque no decirlo, de otros catedráticos también. Pero una cosa es la admiración y otra la veneración, porque en uno de esos arranques de efusividad decidió invitarlo a que hiciera acto de presencia con sus alumnos.
Después postearía Deforma en su espacio de Facebook que el señor López había realizado una visita sorpresa a sus alumnos, y que aprovechando el momento, de inmediato le solicitaron la impartición de una conferencia sobre la “Teoría de la Constitución”, misma que estuvo plagada de errores y e imprecisiones, a decir de los propios asistentes, aunque al señor Ackerman le haya parecido brillante y se haya puesto de tapete ante el tabasqueño pensando en sus desvaríos que un día puede ser rector.
Lo cierto es que Ackerman utilizó una burda maniobra abusando del clima de pluralidad y libertad que existe en la Facultad de Derecho, para llevar a hurtadillas al tabasqueño con la finalidad de acercarlo de forma soterrada a ese gran caudal de votantes que representa la Universidad Nacional Autónoma de México. De la calidad moral del señor Ackerman ni qué decir, porque bastantes muestras de mendicidad ha dado en los últimos años, pero utilizar las instalaciones de mi alma mater para la obtención de créditos políticos, a eso le llamo no tener vergüenza. Al tiempo.
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La desvergüenza de Ackerman
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