WASHINGTON, D.C.- Después de que el “discurso del muro” se convirtió en eje de su propuesta racial en su campaña, el presidente electo, Donald Trump, retomó el tema en sus primeros posicionamientos de la victoria. Pero en el medio académico aún no se entiende el tema del muro dentro de las tres grandes tareas del imperio: el orden mundial, la política de armas nucleares y la hegemonía del dólar.
Desglosado, el tema del muro es simbólico en cuanto a la “amenaza” racial externa. Si bien EU se fundó con migrantes porque en la expansión del siglo XIX aplastaron a los pueblos originarios indios, la diferencia radica en que una cosa son los migrantes que traen una cultura diferente y otra cosa su condición de colonos que entendieron las exigencias de construir un imperio a partir de una unidad cultural nueva.
El problema de Trump es con los migrantes ilegales que llegan a trabajar y envían su dinero a sus respectivos países; y una vez que pudieran conseguir el estatus legal, continuarían siendo extranjeros. Los cubanos, por ejemplo, son una migración que se metió a los negocios y el poder, que baila al son del caribe pero que piensa como estadounidense.
El problema del muro sacude a los mexicanos pero debe entenderse en una lógica internacional: en el mundo hay cuando menos once muros migratorios; la Alemania de Merkel, por ejemplo, que en el pasado fue abierta a la migración política, ha acotado la migración árabe. Y España ha tenido que construir un muro. Así, los muros son efecto de una causa: la migración fuera de control, masiva y sin racionalidad laboral.
El muro mexicano ya existe, construyó una parte Bill Clinton en 1994 y desde entonces en el Congreso estadounidense están aprobados los planes para extenderlo más kilómetros.
En este sentido, Trump sólo le daría continuidad a un proceso migratorio en marcha. En todo caso, Trump convirtió el tema del muro en un discurso racial de odio, al grado de que se han registrado ciertas expresiones racistas agresivas de miembros de la comunidad afroamericana contra hispanos.
La comunidad hispana aquí tiene dos veneros: la que habitaba los territorios de California a Texas en la primera mitad del siglo XIX, que en efecto quería ser estadounidense vía declaraciones de independencia y que no tuvo problemas en asimilarse; y la disparada a partir de la crisis económica mexicana de los años 70, la liquidación del desarrollo agropecuario y el crecimiento del desempleo. Hacia mediados del siglo XIX la población hispana era, cuando mucho, de uno por ciento; para 2050 se tienen estimaciones de que oscilaría entre 25 y 30 por ciento.
La expectativa es que a partir del lunes próximo los problemas reales de EU –la crisis del imperio– agobien los espacios de la Casa Blanca y centren al presidente en el cruce de conflictos.
Eso sí, la migración seguirá siendo un problema real para las oficinas judiciales, de inteligencia, de seguridad militar y de antiterrorismo. Sin embargo, al problema del muro en la agenda de Trump le hace falta la opción mexicana, alguna propuesta –hasta ahora inexistente– de Los Pinos para no sólo repudiar el muro y rezar por que no se construya, sino para ordenar el flujo migratorio ilegal.
Por ahora la esquizofrenia del muro es doble: la tozudez de Trump de construir el muro y la necedad de México de negarse a pagarlo.
Política para dummies: La política es el reino de las certezas manejables, no el de los sentimientos irrefrenables.