Desde la gestación del régimen, en los albores de la Revolución Mexicana, el cuidado de las formas fue encabezado por esos liderazgos que durante años mantuvieron una lucha que terminó con la implantación del régimen de un solo hombre. Así, quien comenzó a tomar determinaciones en los tres órdenes de gobierno fue el Presidente de la República. El respeto y la vigencia de esas formas nos llevaría a la construcción de lo que hoy conocemos como el Sistema Político Mexicano.
Hasta ahora han persistido las mismas formas que hicieron exitoso un movimiento que generó diversas concepciones de hacer política y de ejercer el poder, aunque en la mayor parte de manera unipersonal, etapa conocida como “El Caudillismo”. Posteriormente vendría la “República de las Instituciones”, pero ahora existe una gran posibilidad de que tengamos una regresión ante la eventualidad de que tales instituciones sean utilizadas para fines personales a causa de ese “caudillismo”, que sin darnos cuenta ha venido implantando desde hace poco más de nueve años Andrés Manuel López Obrador.
No faltará quien diga que no tengo razón, pero este México tan nuestro ha girado en torno de lo que hace o propone el tabasqueño, quien ahora tiene más cerca que nunca eso que se le ha negado tantas veces. Su empecinamiento ha sido grande, aunque los resultados hayan sido pírricos.
La persistencia está a punto de otorgarle la más cara de sus ambiciones, pero también hay que señalar que nunca una etapa de caudillismo, en cualquier parte del mundo, ha terminado bien.
La ecuación es simple: el tabasqueño no ha consensuado una propuesta novedosa que permita el tránsito de más recursos para los pobres, que son la mayor parte de la población en todas las latitudes del país. “Por el bien de todos, Primero los pobres”, fue uno de sus lemas, pero durante su gestión como Jefe de Gobierno nunca se preocupó por otorgarle viabilidad a ese lema, que caló profundamente en las clases bajas que votaron por él.
La posibilidad del triunfo obnubila el entendimiento, la efusividad extravía la razón y termina por convertirse en el principal motor de los odios acumulados, y ese es el peligro que corre el señor López Obrador si alcanza el triunfo mediante una mayoría abrumadora. Así comenzaron a equivocar el camino quienes después de varios intentos finalmente lograron el poder. Por desgracia, las cosas no terminaron bien porque nadie tenía la estatura de hombres como Lula, Mitterrand, o Lincoln.
Andrés Manuel López Obrador puede alcanzar el triunfo, pero también existe otra posibilidad, y es que los desechos de otras fuerzas políticas pudieran evitarlo, porque el descrédito es mucho y los créditos pocos. López Obrador convirtió a Morena en el basurero del Sistema Político Mexicano, aunque los otros partidos tampoco están exentos, porque han tenido y mantenido esa basura durante mucho tiempo. Siendo claros, los mexicanos tenemos la necesidad de hacernos una simple pregunta: ¿Cuál de los basureros ganará? Al tiempo.