Esta semana, la que antecede al primer martes después del primer lunes de noviembre, como lo establece la Constitución de Estados Unidos de América, es una semana que pasará a la historia como la semana de la locura.
Si usted tiene la generosidad de seguirme, sabrá que en mi columna del lunes, titulada “La catástrofe”, termino hablando de la locura que se ha desencadenado en el proceso electoral estadounidense.
Todavía no está claro por qué razón el director del FBI, James Comey, anunció una nueva investigación en torno a los correos electrónicos de Hillary Clinton. Pero lo que sí es verdad es que es una situación muy grave, porque al menos de momento aparece como la quintaesencia de la pureza democrática en un proceso que se ha caracterizado por su falta de transparencia y de estética en materia de democracia.
¿Qué le pasa a Estados Unidos? Que después de todo lo que ha visto con alguien como Donald Trump, llega a la recta final de las elecciones con unas encuestas que dejan a ambos candidatos prácticamente empatados.
¿Qué está pasando? ¿Será verdad que muchas personas no se molestarán en ir a votar y se ganarán las elecciones con las teorías de antes?
¿Será verdad que el voto ya se ha convertido en la guillotina de los sistemas a fin de hacer un ajuste de cuentas con las fallas que se han generado y que al momento ya son más grandes que los propios pueblos que gobiernan?
¿Ganará Hillary Clinton? Las encuestas dicen que será complicado. Al mundo de vez en cuando le gusta jugar a la ruleta rusa. Sólo que en este momento es el pueblo de Estados Unidos el que está colocando el cañón de la pistola sobre el mundo entero.
No hay un pronóstico claro, pero si después de todo lo que ha pasado con Trump, si después de todo lo que hemos escuchado en sus declaraciones y después de todo lo que ha dicho en contra de las mujeres, él y Hillary están empatados técnicamente, no hay nada que me permita creer que ese multimillonario neoyorquino no llegará a la presidencia del imperio del norte.
Quiero equivocarme, pido a los cielos equivocarme. Pero sobre todo, si hay alguien que me lea y que pueda ir a votar no deje de hacerlo, porque esta hemorragia y este salto mortal sin red para el mundo está en manos de los que se pueden acercar a una urna y votar.
Mientras tanto, todos observaremos y pensaremos que, indiscutiblemente, los dioses se han vuelto locos.