Por: Vladimir Galeana
Hans Kelsen definió al derecho como el “conjunto de normas coactivas que regulan conductas humanas”. La esencia de la norma ha sido siempre la coactividad, es decir, esa sanción que imponen los juzgadores cuando las conductas se adecuan al tipo penal, civil, laboral, mercantil, o cualesquiera otras de las ramas especializadas del derecho positivo mexicano. También señalan los tratadistas que el requisito indispensable de existencia de la norma jurídica es su propia violación.
El problema es que la vigencia de la norma también encuentra sustento en su coactividad, y deja de tener vigencia cuando resulta obsoleta. El problema de lo que ahora vivimos es que tenemos un marco de derecho al que nadie respeta y mucho menos cumplen. Y quienes han puesto la muestra para su incumplimiento son quienes ahora se dicen políticos, representantes populares y gobernantes de todas las latitudes del país. El otro problema es el fuero.
Y me refiero al fuero como problema, porque es el espacio jurídico en el que se han refugiado todos aquellos que durante mucho tiempo se mantuvieron en el clandestinaje cometiendo infinidad de delitos, y que después se integraron a la vida civil negociando la supresión de las penalidades. Ahora utilizan cínicamente el fuero para seguir haciendo de las suyas. Por desgracia, así nos acostumbramos a evadir la acción de la justicia, y hoy pagamos las consecuencias porque nadie respeta nada y no hay quien imponga la ley.
Andrés Manuel López Obrador lleva muchos años haciendo campaña presidencial sin que nadie ose molestarlo ni con el pétalo de una averiguación. Ahora tenemos algunas expresiones del independentismo electoral haciendo de las suyas de forma anticipada y no pasa nada. Jaime Rodríguez Calderón lleva años haciendo lo mismo. Ni que decir del señor Miguel Ángel Mancera, que ahora saluda con sombrero ajeno y regala patrullas propiedad de la Ciudad de México con tal de recorrer el país.
Y no es que tenga algo contra el señor Mancera, pero también debo señalar que lo que sí tengo son unas brutales ganas de encontrarme de frente con los integrantes del Instituto Nacional Electoral para hacerles unas cuantas recomendaciones dirigidas a sus familiares de mayor cercanía, que son quienes finalmente reciben los dicterios de aquellos a quienes nos hierve su desvergüenza. El señor López y los demás inútiles que se sienten predestinados a gobernarnos no tan solo son una caterva de cínicos, también son una runfla de desvergonzados.
México está podrido por esa clase política carente de clase, que poco entiende de política y mucho de malandronería. Por desgracia es nuestra condición actual, y aunque duela decirlo, solamente nosotros tenemos la culpa. Los anticipados son cínicos y desvergonzados, y aquellos a quienes elegimos para que fueran garantes de nuestra legalidad, salieron tanto o peor que ellos. Ese es el México de ahora, y nosotros tenemos la culpa por elegirlos. Al tiempo.
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