En la circunstancia del poder es donde se conocen a cabalidad las actitudes y aptitudes de los hombres y mujeres que abrazan la profesión de conducir los destinos de sus coterráneos. Así, cada cual realiza acciones o determinaciones de conformidad al momento político, al carácter de sus colaboradores, o a las necesidades de los diferentes grupos sociales que conforman eso que hemos denominado pueblo.
El estilo de gobernar es la forma en que se asume el poder y se destinan los recursos públicos para satisfacer necesidades o requerimientos de los grupos sociales. Bien dicen los enterados que ante el poder del dinero el poder del Estado tiene que mostrarse cercano para evitar que el desequilibrio genere condiciones adversas para la toma de decisiones. Por lo que corresponde al resto de la población, la mejor forma de mantenerlos satisfechos es a través de la generación de condiciones mínimas de desarrollo en las clases medias, y el apoyo de programas sociales en los menesterosos.
Enrique Peña Nieto se ha distinguido por ser la punta de lanza de un proyecto del grupo político más poderoso y rico del país, conocido y reconocido como “El Grupo Atlacomulco”, que con su llegada a la Presidencia de la República consolidó su presencia en la mayor parte del país y recuperó el poder perdido por el PRI durante dos sexenios. El problema es que ante la caída en la aceptación de la gente del presidente Peña Nieto, el peligro de perder nuevamente el poder es real.
Peña Nieto ha sido la figura central del proyecto, pero los hilos del poder los han manejado sus principales colaboradores encabezados por Luis Videgaray. Después del costoso error del tratamiento de Jefe de Estado para Donald Trump, la responsabilidad ha recaído en el titular de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, quien no lo ha hecho mal, pero tampoco ha logrado detener la caída de la popularidad presidencial.
De no hacer algo en los siguientes meses, podemos estar seguros de que el PRI no alcanzará a levantar en el ánimo de los mexicanos para conservar el poder. Lo previsible es que la elección venidera se realice en tres bloques. Andrés Manuel Lopez Obrador y los partidos que lo siguen. Miguel Ángel Mancera con el PRD, Panal y Movimiento Ciudadano. Y la coalición PRI-PAN. Esta última puede ser encabezada por el PAN si Peña no retoma los hilos del poder que nunca debió haber cedido y soltado. Al tiempo.