La salida del senador Javier Lozano del PAN y la estrategia de López Obrador de llevarse a Morena a panistas ha comenzado a preocupar al Frente PAN-PRD-MC porque el candidato frentista Ricardo Anaya Cortés no ha podido sumar seguidores ni ha sabido construir nuevas alianzas.
Basada la precampaña sólo en sí mismo, Anaya desapareció del ambiente político en diciembre y no supo proyectar su registro como precandidato único del PAN a la Presidencia. Sin darle atención al Frente, las alianzas a nivel estatal están naufragando por la desatención de los dirigentes de partidos, por las luchas entre grupos de poder y por el reparto de nominaciones.
López Obrador ha tenido la habilidad para ser el precandidato presidencial más presente en medios y ha logrado captar la atención con sus puyas contra el precandidato presidencial del PRI. El candidato priista-no priista parece hacer el esfuerzo de posicionarse de algunos espacios, pero la falta de orden en su grupo, la ausencia de discurso y sobre todo su carencia de fuerza carismática le impiden generar líneas políticas.
Los escenarios hasta ahora no van a ser determinantes porque apenas se trata de precampañas de precandidatos y ninguno quiere quemar sus armas por adelantado. Pero aún así, Anaya perdió la capacidad de imponer el Frente como tema –ya no se diga como agenda– y el globo aliancista se ha ido desinflando.
Lo que preocupa a los perredistas es la falta de espíritu coalicionista de Anaya porque todo lo quiere para él. Las expectativas electorales siguen colocando a López Obrador al Frente, y Anaya y Meade parecen disputarse el segundo sitio.
Lo significativo es que paulatinamente el precandidato priista ha ido ganando espacios, en tanto que Anaya sólo confía en su propia imagen. La salida de Alejandra Barrales de la dirigencia del PRD para buscar la candidatura del Frente por Ciudad de México bajó el dinamismo de la alianza.
A Anaya le ha costado trabajo competir con la imagen política de Miguel Ángel Mancera y por eso ha privilegiado su propia imagen. Sin embargo, al interior de la alianza comienza a consolidarse la impresión de que Anaya no podrá recuperar los espacios de septiembre-octubre sin el acompañamiento de Mancera. Más aún, que la posibilidad de Anaya de redinamizar su campaña y por tanto recuperar lo perdido requiere inevitablemente de la participación de Mancera.
Algunos panistas han estado tratando de vencer el ego de Anaya, pero el precandidato panista peca de autosuficiencia y arrogancia. El PAN como partido no ha colaborado con el PRD en Ciudad de México, lo que pudiera beneficiar, a la larga, a López Obrador. El Frente PAN-PRD-MC está exigiendo una redocumentación de los compromisos con base en dos prioridades: que el PAN sea más aliancista con el PRD y que Anaya reconozca que sin Mancera será difícil alcanzar a López Obrador y dejar atrás a Meade.
Las versiones indican que Anaya está convencido que puede ganar sin apoyos de nadie. Pero el Frente giraba en torno al pivote de Dante Delgado (MC) como enlace entre Anaya y Barrales; sin Barrales, los amarres de la alianza se aflojaron, pero sin que Anaya esté consciente del daño que le produce al Frente su egolatría.
Si Anaya y el Frente llegan así a las campañas, el PRI tomará el segundo sitio.
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Mancera, tabla de reflotación de un Anaya ahogado en sí mismo
INDICADOR POLÍTICO / Por Carlos Ramírez
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