Una vez padecí uno de los más grandes flagelos que enfrentan los mexicanos a causa de mi costumbre de salir muy noche de trabajar: el secuestro. Fingieron ser guerrilleros centroamericanos que necesitaban dinero para “su causa”, pero desde que se subieron a mi vehículo sabía con quienes trataría en las siguientes horas. Me quitaron todo lo que traía, y desde entonces dejé de usar joyas. Pidieron los llevara a mi casa, me negué, dispuesto a recibir la golpiza que vendría ante mí negativa.
Lo que evitó su propósito es que la tarjeta de circulación siempre la guardaba debajo del tapete de la cajuela. Nunca lograron arrancarme la dirección del lugar donde vivía, y a cada golpe recibido tenía presente la imagen de mis hijos y esposa. Eso fue lo que me mantuvo dispuesto a llegar hasta donde fuera con tal de que no pudieran ir donde mi familia dormía. Tres horas duró el “tratamiento” para convencerme sin que lograran que dijera algo, y me llevaron, según dijeron, al “Canal del Desagüe” para ultimarme.
A un lado del río de los Remedios providencialmente apareció una patrulla que los hizo huir. Pedí desesperado que los siguiéramos, pero los policías se negaron, incluso arrebaté el arma que uno de ellos traía en la mano diciéndole que yo sí los traería. El otro me apuntó con la suya y me hizo desistir. Me pidieron subiera a mi vehículo y siguiera a la patrulla, del Estado de México por cierto, para sacarme del lugar, abandonándome una vez que llegamos a una concurrida avenida. Después entendería por qué no fueron por ellos y abandonaron el lugar donde se cometió el delito.
Las estadísticas del secuestro se incrementaron sustancialmente el año pasado a causa de la falta de responsabilidad de los gobiernos estatales, porque el Gobierno Federal no puede solo. Los gobernadores lo saben y a pesar de ello se gastan en otros rubros el presupuesto asignado. Los estados con mayor número de secuestros son: Veracruz, Tabasco y Tamaulipas, pero tan solo en el Estado de México el año pasado se cometieron 2 mil 87.
No podemos cerrar los ojos ante la cruel realidad de que las policías saben dónde nacen y dónde viven la mayor parte de secuestradores porque los tienen localizados, pero para nuestra desgracia no hacen nada. No puede ser posible que desde los mismos Ceresos se operen la mayor parte de ellos y las extorsiones telefónicas. ¿Acaso no existe decisión de gobiernos y organismos policiales para evitar los autogobiernos?
Tamaulipas ocupa el poco honor de ser la entidad con el más alto porcentaje delincuencial, con 89 secuestros por cada cien mil habitantes. Pese a lo que diga Miguel Ángel Mancera, desde los penales del Distrito Federal se organizan secuestros, extorsiones y venta de droga en las calles y los mismos centros de reclusión. ¿No lo sabe? ¿O prefiere hacer como que no lo sabe? Eso se llama complicidad, como también lo hacen muchos gobernadores. Pobre México, pobres mexicanos. Al tiempo.