“Si algún día no contesto, si algún día no regreso, búscame y no olvides mi nombre. Haz justicia por mí y por todas”. En memoria de quienes hoy nos faltan y en agradecimiento eterno que pelearon por las libertades que hoy tenemos.
Hoy las calles se pintarán de indignación y el grito desesperado que nombra a miles de hermanas que ya no están con nosotros, retumbará en las avenidas de las ciudades del país y en lo más profundo de nuestro corazón, como un recordatorio de que ser mujer en México duele.
Tan sólo en enero de este año, se registraron en nuestro país 302 asesinatos de mujeres, 68 investigaciones por feminicidios, 24 mil 668 llamadas por delitos contra las mujeres. Vivimos con el temor, de pensar que la siguiente puede ser una de nosotras, sumándonos a las 11 que mueren todos los días, debería darnos vergüenza haber extraviado la capacidad de asombro ante las cifras aterradoras.
Hoy, el miedo se ha convertido en nuestro compañero de todos los días y esto no podemos permitirlo más, es tiempo ya de que lo establecido en convenciones, normativas y leyes sea efectivo, no basta con iluminar un edificio de morado, cuando nuestras niñas siguen siendo moneda de cambio, argumentando usos y costumbres, lastimando su inocencia y vulnerando sus derechos fundamentales, no podemos hablar de progreso cuando programas que contribuían al empoderamiento, son eliminados de un plumazo, ¿cómo le explicas a las hermanas mexicanas que hoy dormirán con un ojo morado, que ya no tienen dónde refugiarse, porque el gobierno decidió invertir ese dinero en otras cosas? ¿cómo le explicas a esas madres que hoy lloran a sus hijas, que los encargados de garantizar justicia no pueden hacer nada? A las familias destrozadas por las pérdidas, de nada les sirve un gobierno que le eche la culpa a los demás.
El caso de: Valeria, Ingrid, Ana, Ariadna, Lorena y Abril, merecen ser escuchados como una historia de vida de una hija, nieta, madre, estudiante, que fue abrazada por su familia por la mañana y desaparecida por falta de Estado en la tarde, ellas como millones, exigen no ser una cifra más, su memoria clama justicia y eficiencia por parte de las autoridades correspondientes. Todas, víctimas anónimas ante el muro de soberbia, omisión e indiferencia, reclaman un ya basta por no ser palabras vacías en una conferencia, ni letra muerta en un expediente encima de un escritorio, ni olvido en un país acostumbrado al silencio.
Que esta conmemoración, nos lleve a la unidad nacional, a reconocer que a pesar de los avances, aún hay mucho por hacer, a no renunciar a nuestra obligación de unir esfuerzos, que se traduzcan en acciones claras y contundentes que garanticen nuestra seguridad, derechos y salven vidas. ¡Nunca más sin nosotras!