Existe un grave síntoma de descomposición en nuestra clase política, porque lo que menos tienen ahora sus integrantes es clase. Observar los desatinos de quienes hasta hace poco decidían nuestro destino resulta lamentable, pero tenemos que aceptar que esa es una parte de los tiempos que vivimos. Nuestro sistema de valores ha entrado en franca descomposición, lo que menos existe ahora es la decencia, y lo que se privilegia es la reyerta y la diatriba.
Dicen que ladrón que roba al ladrón tiene cien años de perdón, pero ladrón que llama ladrón al ladrón lo único que evidencia es un cinismo rampante. El video que subió Humberto Moreira a las redes sociales lanzando todo tipo de acusaciones contra Felipe Calderón Hinojosa es propio de alguien que piensa que los mexicanos somos idiotas y que no conocemos la historia de corrupción en que se vio involucrado durante su mandato en la norteña entidad.
Según los cálculos de la Auditoría Superior de la Federación, los desfalcos en Coahuila, durante el sexenio de Humberto Moreira, llegaron al orden de los treinta y tres mil millones de pesos, y si no está en la cárcel es porque desde el propio Gobierno Federal ha sido protegido. Para decirlo más claro, con Humberto Moreira comienza esa tragedia de gobernadores jóvenes con una vocación impresionante por el saqueo indiscriminado de las arcas públicas.
Después de Humberto Moreira siguieron muchos otros que, al ver que no pasaba nada y que la ley no se aplicaba, emprendieron el mismo camino: el hurto de nuestra riqueza publica. Así comenzó el calvario de los últimos tiempos para este país, donde todos, absolutamente todos los que participan en los altos cargos de gobierno pueden disponer del dinero para su beneficio. Por fin se dejaron ver la careta los ambiciosos que observan al gobierno como su fuente de riqueza.
¿Cuál es la diferencia entre el señor Humberto Moreira y Javier Duarte de Ochoa? Ninguna, son igual de pillos. Si algo los ha caracterizado es el saqueo del dinero de la gente para beneficio personal. Ambos encabezan la etapa más negra de la historia de los hurtos a las arcas gubernamentales, y la única diferencia es que el veracruzano tendrá que aguantar lo que le resta de vida en la cárcel, mientras en norteño seguirá pavoneándose como un hombre honesto.
Más valdría a Enrique Peña Nieto pensar en aplicar desde ahora la ley, porque podría cargar con la culpa de la permisibilidad para que sus amigos robaran el dinero de los mexicanos. De lo contrario no faltará quien pida a gritos que sea sentado en el banquillo de los acusados y responda por su responsabilidad de no haber aplicado la ley. Ojalá recuerde que juró guardar y hacer guardar la Constitución y las leyes que de ella emanan. Al tiempo.