Por: Carlos Ramírez H
Presionado por el Fondo Monetario Internacional y la crisis 1973-1975, el presidente Echeverría decidió su sucesión por el administrador José López Portillo, a quien había colocado estratégicamente en la Secretaría de Hacienda como antesala presidencial como un mensaje a la comunidad financiera internacional. Sin embargo, el ciclo de tecnócratas hundió al país en la mediocridad del crecimiento.
Las cifras son engañosas: el comercio exterior se multiplicó por diez, pero la desigualdad en el ingreso ha permanecido igual: 80 por ciento con problemas de bienestar -20 por ciento de ricos sin problemas de bienestar, PIB promedio anual de 1983 a 2018 de 2.2 puntos porcentuales desempleo y subempleo 60 por ciento y economía formal de apenas 45 puntos porcentuales.
Los principales escenarios de la designación del candidato del PRI a la presidencia para el periodo 2018-2024 benefician al secretario de Hacienda, José Antonio Meade Kuribreña, aunque ya sin ninguna oferta: en 2013 se afirmó que las reformas estructurales llevarían el PIB en 2018 a 5.3 por ciento, cerca de la meta de 6 puntos porcentuales de los años del milagro 1934-1982; sin embargo, el marco macroeconómico oficial 2018 entregado el miércoles pasado señala una meta de 2.5 por ciento, apenas tres décimas más de la constante de 2.2% en el periodo 1983-2017.
El problema radica en el diseño de la política económica neoliberal, pero sobre todo en la parte del estancamiento de expectativas; las reformas estructurales 1989- 2014 se vendieron como milagrosas para el crecimiento, pero en realidad fueron sólo parte de la reestructuración de la economía de mercado porque no aumentaron el PIB.
Lo más grave de todo es que el actual modelo macroeconómico de desarrollo – estabilidad como meta, no bienestar social– carece hasta de expectativas: la fijación de un PIB promedio de 5.3 puntos porcentuales a partir del 2018 se ha derrumbado y los Criterios Generales de Política Económica para 2018 señalan para el largo plazo una meta mediocre de PIB, con todo y las reformas de 2013-2014 y las que puedan venir, de apenas 4 por ciento para 2023.
La solución económica en las candidaturas presidenciales del PRI de 1982 a la del año próximo –economistas como candidatos oficiales– no sirvió para resolver la crisis: 6 por ciento promedio en periodo 1934- 1982 y 2.2 por ciento en 1983-2018.
Lo que viene parece estar muy claro: la nominación del secretario de Hacienda como candidato presidencial del PRI para el sexenio 2018-2024 y el mensaje inocultable de la continuidad de la estrategia de desarrollo como el factor de decisión en la candidatura, como ha ocurrido desde 1982.
La reforma neoliberal de Carlos Salinas en 1980-1993 no modificó la estructura de la desigualdad social. Según cifras publicadas en la revista Este País en abril de 2016, 10 por ciento de la población más pobre pasó su participación en el ingreso de 1.6 puntos porcentuales en 1984 a 1.7 en 2014, en tanto que 10 por ciento de los más ricos aumentaron su parte del ingreso de 36.1 a 39.4 por ciento en el mismo periodo.
En este sentido, el modelo de desarrollo salinista –neoliberal, de mercado, con Estado ajeno a la sociedad, trasnacionalizado– es el responsable directo del empobrecimiento de los mexicanos: 75 por ciento de los mexicanos con ingresos iguales al que concentra 10 por ciento de los ricos. Así, la candidatura presidencial priista 2018-2024 de Meade Kuribreña va a extender otro sexenio más el modelo de política económica de crecimiento mediocre sin desarrollo social y con pobreza.
El mensaje del paquete económico para 2018 tiene esa clave. Política para dummies: La política es el arte de decir lo que no es para hacer lo que es, pero no debe ser.
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