No me gustó la carta que Andrés Manuel López Obrador, en calidad de absoluto ganador de las elecciones en México, futuro presidente, le envió a su futura contraparte estadounidense, Donald Trump. No me gustó el tono “afectuoso” para alguien que se ha dedicado a denostar a los mexicanos, a separar familias de indocumentados, a señalar a los migrantes de nuestro país como criminales y violadores. No me gustó que obviara el repudio al muro fronterizo y a que México no lo puede aceptar y, por supuesto, no lo pagará. En fin, ni siquiera me gusta comenzar un artículo con un “no” por delante. Pero alguien debería asesorar al virtual presidente electo para que no diga tanto a quien nada le debe y para que no explique sus intenciones en exceso.
El propósito “más esencial” (sic) de mi gobierno será que los mexicanos no tengan qué migrar por pobreza o violencia. ¿Cuál es la necesidad de otorgarle razón a Donald Trump que considera a los migrantes un mal innecesario? Por violencia, por pobreza, todo indeseable para los conservadores que votaron por Trump, pero también habría que subrayar que la migración no es un delito; porque la circulación de las personas no debe ser criminalizada; porque en México debiéramos proteger a los menos favorecidos y no servir de valladar para evitar que lleguen al país del norte.
Entonces no veo la razón de, incluso, marcar el camino para conseguir recursos “para el desarrollo de la región” centroamericana, los cuales se destinarían en 75 por ciento a financiar proyectos para crear empleos y combatir la pobreza “y el restante 25 por ciento al control fronterizo y a la seguridad”. ¿México hará la cuarta parte del trabajo sucio? ¿Por qué mencionar un difuso control fronterizo?”.
Cada gobierno, desde Panamá hasta el Río Bravo, sugiere, presume, propone el texto de Andrés Manuel, “trabajaría para hacer económicamente innecesaria la migración de sus ciudadanos y cuidar sus fronteras”.
Así se evitaría el tránsito ilegal de mercancías, armas y tráfico de drogas, “lo cual, consideraremos, sería la forma más humana y eficaz de garantizar la paz, la tranquilidad y la seguridad de nuestros pueblos y naciones”.
¿A quién le está ofreciendo esta carta “tranquilidad y seguridad” según la visión racista y hegemónica de Trump?
¿A los países expulsores de migrantes que coloca en el lado débil de la balanza, o a la racista visión de los irredentos anglosajones?
No me gusta que Andrés Manuel anuncie proyectos como aquel viejísimo del canal terrestre “transístmico” como alternativa al Canal de Panamá, tren o carretera que conecte los océanos Pacífico y Atlántico.
Es odioso leer que habrá allí una zona libre y franca, como las que existían cuando los territorios de Quintana Roo y Baja California eran paraísos libres de impuestos para el contrabando oficializado. Habrá también zona libre y franca en la frontera norte “para promover la inversión, el desarrollo productivo y tecnológico, así como la creación de empleos” tal cual la misiva describe, absurdamente, como “la última cortina para retener trabajadores en nuestro territorio”.
¿Cómo aumentar, “a cuando menos el doble”, los salarios desde enero de 2019 en la zona libre fronteriza? Mucha magia y poca matemática. Trump dice admirar a AMLO y lo llena de elogios.
Responde la carta exigiendo dar velocidad al TLCAN: “si no, tendré que elegir un camino distinto”. Se extravía tan idílica relación verbal, con pocas nueces de realidad a nuestro favor.
Por qué la carta a Trump
Trump dice admirar a AMLO y lo llena de elogios
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