Por: Carlos Ramírez H
Las cinco mesas temáticas formales de la XXII Asamblea Nacional del PRI serán, al final de cuentas, un ejercicio de distracción. La clave que definirá el PRI que irá a las elecciones presidenciales, legislativas y de gobernadores de 2018 estará en la invisible sexta mesa que ya está instalada en Los Pinos: la del programa de gobierno que determinará la candidatura presidencial.
Las mesas de visión del futuro, declaración de principios y programa de acción serán retóricas, como siempre ha sucedido. La élite gobernante neoliberal entendió en 1987 que le definición del programa de gobierno no pasa por el PRI.
En la XIII Asamblea de 1987 se perfiló la candidatura de Salinas de Gortari al sustituir los documentos del PRI por el Plan Nacional de Desarrollo y el gobierno transexenal del neoliberalismo salinista se definió en marzo de 1992 cuando el presidente Salinas de Gortari fue al PRI a borrar el concepto histórico de Revolución Mexicana y suplantarlo con el de liberalismo social.
El PRI perdió las elecciones del 2000 no por el programa neoliberal salinista del candidato Ernesto Zedillo, sino porque el PRI le puso candados a los precandidatos zedillistas Guillermo Ortiz y José Ángel Gurría. Y el PRI recuperó la presidencia en 2012 por la crisis en la relación del presidente saliente Felipe Calderón y la candidata Josefina Vázquez Mota.
A pesar de que Zedillo y Peña Nieto representaban la continuidad del modelo económico neoliberal salinista, las bases priistas los hicieron ganar en 1994 y en 2012. Mientras Salinas de Gortari apenas logró 9.7 millones de votos – la cifra más baja desde 1970–, Zedillo sumó 17.2 millones y Peña Nieto sólo por el PRI 16 millones.
De ahí que la verdadera batalla por el proyecto histórico del PRI no estará en las cinco mesas, sino en la sexta en Los Pinos. Gane quien gane las elecciones –López Obrador, el PRD o el PAN–, el próximo secretario de Hacienda será el verdadero presidente de la República.
Y la élite tecnocrática neoliberal de los Chicago boys seguirá dominando Hacienda y definiendo el programa de gobierno, como ha ocurrido desde 1958 con Antonio Ortiz Mena.
Incluso, en los dos sexenios del PAN hubo control tecnocrático: Francisco Gil Díaz, el jefe de los Chicago boys de los años 70, fue el secretario de Hacienda de Fox y el vicegobernador del FMI, Agustín Carstens, lo fue de Calderón; y en los dos sexenios estuvo José Antonio Meade como garante del neoliberalismo, hoy precandidato sin militancia del PRI. Y Videgaray, del ITAM, erigido como la sucursal de los Chicago boys, delineó las reformas peñistas.
Así que los priistas tendrán las cinco mesas de la XXII Asamblea para distraerse un poco, pero la decisión del candidato priista, del secretario de Hacienda y del programa del próximo gobierno se va a decidir en la sexta mesa en Los Pinos, independientemente de lo que digan las mesas de visión del futuro, declaración de principios y programa de acción.
La sexta mesa temática de la XXII Asamblea se está rigiendo por la continuidad del modelo económico neoliberal salinista, con un Estado ajeno a la desigualdad social y orientado a la estabilidad macroeconómica y con un partido funcional. Ahí, en la mesa de programa de gobierno, los priistas debieran poner candados, pero lo que quieren son cargos, no definiciones de proyecto de nación.
Política para dummies: El secreto de la política radica en cambiar las reglas todas las veces que quieran, pero dejar el mismo juego.
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