“Megalópolis”
Antonio Navalón
@antonio_navalon
Desde Hernán Cortés hasta John F. Kennedy, desde León Trotsky hasta “El Chapo”, todo el mundo ha caído rendido ante el encanto del Valle de México.
En nuestro país todo lo que hacemos siempre es diferente, singular y particular. Por eso no resulta sorprendente la diferencia que existe –y que cada día es más notable– entre lo que significa ser mexicanos y ser de cualquier otro lugar.
Y es que existen muy pocas ciudades en el mundo tan cosmopolitas en términos culturales, artísticos y de sentimientos, capaces de emitir y recibir un mensaje hacia el mañana, como la Ciudad de México.
Una urbe que ha sido, desde la locación para filmar la más reciente película de James Bond, hasta la puerta de la historia que dio paso a los revolucionarios que asaltaron los cielos.
Ahora se está articulando la Constitución de la capital del país. Una capital que, a pesar de todo y de todos, es un lugar distinto, es un oasis que siempre transmite alegría al llegar a su territorio. Y una ciudad que no ha dejado de ser una gran referencia para el resto de los estados de la República Mexicana.
Sin embargo, lo importante de todo esto es que se debe tener conciencia de que seguir envueltos en las intenciones de usar la historia de ayer para huir del momento que vivimos hoy, siempre será un delito de alta traición.
Y en ese sentido, la Constitución de la Ciudad de México tendrá la oportunidad de rendir homenaje a la historia del país y a la Carta Magna de 1917, que próximamente celebrará su centenario.
Asimismo, podrá retomar la mejor parte de lo que hicieron nuestros antecesores, y plasmar –con un sentido práctico y moderno– lo que hoy los mexicanos podemos lograr con relación a una norma superior de convivencia.
Sin duda, ese proceso será un momento oportuno, no sólo para los constitucionalistas y los demagogos, sino para que el pueblo citadino pueda ser testigo de la consagración de las conquistas que los movimientos sociales y cívicos del país han alcanzado. Dando así un paso más allá con la posibilidad de convertir a esas conquistas ideológicas en derechos constitucionales fundamentales.
También será una gran ocasión para poder consolidar las libertades individuales y hacer de esa Constitución un verdadero elemento referencial de lo que significa defender de manera activa el derecho a perseguir la propia felicidad.
Y pese a que en muchos lugares las cosas no funcionan, ahora el pueblo de lo que en su momento fue el Distrito Federal tendrá la oportunidad de dar el paso y ser capaz de superarse a sí mismo como la sociedad de la gran capital de México.