Antonio Navalón
@antonio_navalon
Las elecciones generales de Perú –celebradas el pasado 10 de abril– en las que Keiko Fujimori, del Partido Fuerza Popular, ganó con más de 39 por ciento del total de votos, son una buena lección política no sólo por sus resultados, sino por los procesos de maduración que siguió el pueblo peruano con relación a su historia.
Y es que el ingeniero Alberto Fujimori fue un presidente muy singular en Perú, no sólo porque propició un autogolpe de Estado en 1992 y porque acabó con el grupo insurgente y terrorista llamado Sendero Luminoso, con una grave violación de derechos humanos. Sino también porque acudió a los focos de abandono histórico del Perú y atendió las necesidades del pueblo.
Sin embargo, el poder absoluto cae absolutamente, y en ese sentido, con una gran aceptación popular y con un enorme desprecio por las leyes que juró defender, el expresidente Fujimori dejó tres constataciones.
La primera, que fue un dictador. La segunda, que no respetó las leyes. Y, la tercera, que seguramente explica el triunfo de su hija, es que fue un gobernante cercano a su pueblo, aunque también se dedicó a exterminar una parte del mismo, situación por la cual terminó en la cárcel.
Pero ahora el resultado de las elecciones no sorprende por la ganadora, sino por el número dos. Porque la derecha más extrema, distinta a la extrema derecha, representada por Pedro Pablo Kuczynski con su partido Peruanos por el Kambio, se va a enfrentar a la izquierda no más extrema, pero sí la izquierda pura de Perú, que representa la candidata del Frente Amplio, Verónika Mendoza.
Ellos ya son una versión peruana del fenómeno político que ha surgido en el partido español Podemos o en los jóvenes que en EE.UU. siguen al candidato demócrata Bernie Sanders; es decir, son el voto del antisistema que ya está creciendo en varias partes del mundo.
Aunque el hecho de que Keiko llegue a ser presidenta sólo es una parte de la ecuación. Puesto que Perú ha decidido cerrar la historia de Fujimori, algo que debe ser como una burla para las víctimas de ese mandato. Ya que a pesar de que el expresidente sigue tras las rejas, su hija ahora está por llegar al Palacio de Gobierno, y cumplir desde ahí con los designios de los peruanos, incluyendo al dictador.
Es curioso que se hayan generado las condiciones para una segunda vuelta electoral en contra de Fujimori. Pero si eso no es capaz de derrotar a la candidata, quedará claro que la insatisfacción de los temas pendientes no pudo ser capaz de cuestionar el sistema democrático que en este momento ya no es vigente ni eficiente para solucionar los problemas de la sociedad.