Vivimos tiempos en los que la velocidad lo es todo. Las palabras, las formas y las acciones se van adaptando a un proceso de vulneración que nos adentra a la realidad en la que se manifiesta –la cada vez menos sorprendente– fuerza de las redes sociales.
Y es que es sencillo lo que está pasando y, bien utilizado, puede resultar definitorio. Porque ahora no mandan y escuchan sólo unos pocos, sino que mandamos todos y podemos escuchar a todos.
En ese sentido, la sociedad mexicana tiene una gran oportunidad para cambiar la estructura principal. Puesto que no podemos seguir permitiendo que unos pocos, como los monopolios y los poderosos, continúen con la intención de engañarnos, robarnos y usarnos como hasta ahora lo han ido haciendo con costos muy bajos.
Sin embargo, este ensanchamiento de la realidad, esta supresión de los valores y este cambio en los controles será sólo aparente, hasta que los de siempre decidan usar nuestra fuerza, nuestro aullido y nuestro grito, para que todo vaya más allá de un simple gesto de desahogo y genere un verdadero cambio.
Actualmente no hay lugar en el mundo, incluso ni en China, ni en India, por hablar de las grandes potencias que de verdad condicionarán no sólo en términos demográficos, sino por su explosión económica, social y tecnológica, donde ese fenómeno de cambio tenga una continuidad.
Aunque es evidente que ni el gobierno de China ni el de India pueden gobernar como lo hicieron por una razón muy sencilla, porque el objeto del gobierno; es decir, sus pueblos, no sólo tienen otras voces y otras presencias, sino que cada vez más los dirigentes –desde la violencia, la fuerza, la capacidad de represión hasta la del engaño, el abuso o el robo– han ido perdiendo capacidad para actuar.
Porque ahora se enfrentan a unas sociedades que, a diferencia de otros tiempos, lo observan todo de manera generalizada, donde el mundo entero tiene conocimiento de lo que está sucediendo y finalmente, donde la gran pregunta sigue siendo: ¿por qué tenemos que seguir aguantando todo esto?
En ese contexto, la sociedad mexicana con todos sus problemas, con todos sus mitos, con todas sus frases convencionales y con todos sus sentimientos, tiene que plantearse –dada nuestra posición geoestratégica y hasta generacional– la intención para tomar impulso y hacer que estos cambios no sólo sean sorprendentes, sino que, sobre todo, sean definitivos para restituir una mayor decencia y justicia en la vida nacional.
Antonio Navalón
@antonio_navalon