Es bien sabido que todos aquellos que están educados deben conocer la diferencia entre el poder y la autoridad, algo que los romanos denominaban como “auctoritas patrum”.
Ahora es fascinante observar al secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño Mayer, en su cruzada para que México sea un país mejor. Ya que pasar por encima de esa relación casi marital entre los partidos políticos y los sindicatos de la educación fue un gesto positivo e importante en la historia política de nuestro país.
Y es que, sin duda, todos los países en algún momento han tenido que pasar por una situación como la nuestra, en la que las leyes dejan de ser un ideal para convertirse en un imperativo.
En ese sentido, decir una y otra vez que las leyes no se negocian es un signo que nos hace considerar que tarde o temprano México podrá tener una solución.
Sin embargo, el problema del país, visto desde arriba, es que muchas veces para arreglar las cosas prescindimos del origen y de los caminos que nos llevaron a situaciones como en las que hoy vivimos. Pero algo que no debemos olvidar es que hay instituciones educativas que cuentan con ciertas singularidades desde el momento de su creación.
Y no me refiero sólo al ámbito sagrado universitario, donde su autonomía, en el caso de la Universidad Nacional Autónoma de México, no permite la intervención de las autoridades del Estado –ni aunque el auditorio Justo Sierra esté secuestrado por 17 años en la facultad de Filosofía y Letras– a menos que se presente una gran catástrofe nacional.
Porque ahora Nuño y el Instituto Politécnico Nacional (IPN) deben ser conscientes de que en el ámbito de la educación superior, una institución como el IPN –con el peso político que tiene y con la herencia de los jóvenes que han estudiado ahí– exige una administración que vaya más allá de un planteamiento político sustancial y de sólo asegurar con soberbia que las leyes están para cumplirse. Ya que si bien las leyes no se negocian, sí debe existir un espacio para escuchar a los demás.
En ese caso, primero se anunció: “aquí no se negocia”.
Después se dialogó, poniendo en peligro la autoridad del director del IPN, Enrique Fernández. Y finalmente, se decidió acordar casi todo, en un momento en el que se busca que la Reforma Educativa sea exitosa con la autoridad de aquel que trata de imponerla a sangre y fuego.
Pero por otra parte, no se puede usar la falta de negociación y la insensibilidad para imponer una manera de hacer política, que al final va deteriorando algo para lo que no tenemos institución, que es la autoridad tan escasa de nuestros gobernantes.
Antonio Navalón
@antonio_navalon