En la época de los muros y de los puentes, nuestro país tan futurista y clarividente, decidió inaugurar hace unos meses el puente que va de Ciudad Juárez, Chihuahua a El Paso, Texas. En el que ahora se busca colocar a nuestro ciudadano más controvertido y más famoso a nivel internacional, llamado Joaquín Guzmán Loera alias “El Chapo”.
Pero independientemente de la fecha en la que se produzca el acto formal para cruzar el puente y del idioma que hablan los guardias que ahora lo vigilan; todo parece indicar que con ayuda de los choques eléctricos, ya hemos entrado en el proceso de empezar a soltar la sopa, aunque el problema es saber a quién se la están soltando.
Porque efectivamente “El Chapo” sigue en territorio mexicano, sin embargo, la gran pregunta es: ¿de qué nacionalidad son los que lo cuidan?
Mientras tanto nosotros, los que no figuramos en la lista Forbes, los que nunca tendremos a nuestra disposición desde las selvas y los bosques, hasta los aviones y los helicópteros; no nos queda más remedio que reconocer que en todo pueblo oprimido la figura de Robin Hood –aunque tenga las manos manchadas de sangre– es un fenómeno que causa dos factores.
El primero, es el factor sorpresa que nos asombra y nos hace preguntarnos cómo lo hace y cómo ha logrado superar ciertos momentos. El segundo, nos hace pensar qué significa para todos a los que no les alcanza ni para dos tortillas diarias, todo este juego en el que pasamos de ser los que más perseguíamos las drogas, a los que ahora queremos liberalizarlas.
Y en ese contexto la pregunta es clara: ¿cuándo, cómo y dónde la Sedesol atenderá toda la carga social, que para nuestra desgracia sostiene el mundo asociado a los líderes de los cárteles?
Porque, sin duda, la justicia debe ser para todos. Y en ese sentido, desde los narcomenudistas hasta los sicarios y todo el entramado económico que sostienen los cárteles en nuestro país forman parte de la realidad en la que para nuestra desgracia, ellos combaten el hambre de nuestro pueblo.
Y no estoy sugiriendo que se instaure un modelo de empleo con la fórmula de “El Chapo”. Sino que debemos ser conscientes de que será muy difícil ganar nuestra guerra contra las drogas, si seguimos sin considerar que aquellos que sirven a los cárteles tienen la “mala costumbre” de comer tres veces al día.
Por lo tanto, se tiene que cumplir con la obligación de atender sus demandas sociales, con el fin de que no terminen por convertirse en sicarios y así poder construir un país en donde ellos puedan comer sin necesidad de matar.
Antonio Navalón
@antonio_navalon