Capital Estado de México

Opinion

Puntos sobre las ÍES

Desde aquel fatídico día en la Universidad Iberoamericana, en el que pese a las recomendaciones de sus asesores, el entonces candidato presidencial, Enrique Peña Nieto, decidió responder a la pregunta que le hicieron sobre Atenco, se desató el exilio de los millennials de nuestro país bajo la consigna de que “aunque seas joven y aunque seas guapo, no eres mi presidente”.

Y así han pasado tres años, hasta que hace unos días en una jugada que al parecer es audaz e inteligente, Peña Nieto no sólo conmemoró el Día Internacional de la Lucha contra la Homofobia, sino que también cabalgó sobre dos siglos de creencias, esclavitudes y oscuridades de un país que a fin de cuentas comulga en gran medida con la Iglesia Católica; al proponer la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo.

Sin duda esta jugada no sólo es correcta, sino que también es una muestra de sensibilidad y de iniciativa por incorporar —en plena batalla por doce gubernaturas— uno de los temas tabúes del México que siempre quisimos mantener para el disfrute de unos cuantos.

Pero ojalá que después de este momento el Presidente haga lo mismo con la justicia. Ojalá haga lo mismo con la desigualdad social. Y ojalá siga los pasos que ya ha dado Barack Obama y en el último año y medio que le resta de su mandato, decida subirse al caballo desbocado de los todos los temas que aún quedan por resolver.

Y esperemos también que ahora trate de buscar la paz con la misma firmeza con la que llegó a ser un personaje tan impopular a cambio de impulsar y consolidar las Reformas Estructurales del Pacto de México.

Porque considero que esto que está sucediendo es muy positivo. Sin embargo, es sólo el comienzo y la punta del iceberg de un país que aún está arrastrando múltiples pendientes, los cuales sería conveniente atender como se hizo en esta ocasión con un tema que aún sigue siendo tabú en nuestro país.

En ese sentido, será necesario cambiar las leyes, incorporar nuevas y modificar la Constitución, puesto que en el extraño pacto que existe entre el ámbito económico y el moral del federalismo que tenemos en este país, el asunto del matrimonio sigue siendo un asunto estatal.

Y ahora el Presidente lo ha absorbido en nombre de los hechos sociales que —independientemente de lo que cada uno crea, juzgue o practique— tienen el mismo derecho de coexistir entre nosotros que las otras visiones que no son exactamente las que apoyan el matrimonio entre personas del mismo sexo, o la posibilidad de hacer un cambio en la naturaleza para nacer como mujer y poder convertirse en hombre o viceversa.

Antonio Navalón
@antonio_navalon

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