Los senadores que conforman nuestro poder legislativo, y que permanecerán hasta que el sexenio de Peña Nieto llegue a su fin, tienen una enorme responsabilidad. Ya que a diferencia de los diputados –quienes son renovados cada tres años– ellos sí representan –sin posibilidad de huir durante seis años– la continuidad política de la nación.
En ese contexto, son dos los elementos que le dan continuidad a todo nuestro sistema. Uno es el sexenio del Presidente y su Gobierno, y el otro es el sexenio del Senado.
Y en ese sentido, independientemente de que sea bien sabido que los políticos no son constantes, ni lógicos y mucho menos honestos, hay que recordarles que deben tener memoria sobre sus decisiones y acciones.
Porque al final del día no sólo disfrutan de las prerrogativas del poder, sino que también, cuando las cosas van mal, deben asumir sus responsabilidades y pagar las consecuencias, aunque, eso ahora en nuestro país, ya es como un supuesto casi imposible.
Si el Senado de la República continúa así, no llegará a ser clave en la destrucción de todos los problemas que definieron el sexenio.
Porque el Senado ha sido el mismo desde los desaparecidos de Ayotzinapa hasta la falta de aprobación de las leyes anticorrupción. Y al parecer el Senado es y será el mismo hasta el final, cuando se dé cuenta que las iniciativas susceptibles de cambiar la estructura del país nunca fueron posibles, porque sencillamente los senadores decidieron esclavizarse más con sus intereses que con el interés nacional.
Sin duda, la clase política, en su conjunto, tiene un problema en nuestro país. Pero el hecho de tener en la mano durante seis años la cuchara grande y la chica hace la diferencia.
Y ahora la variante es que este Senado, que no fue capaz de desahogar todos los pendientes en su periodo ordinario de sesiones, ni de cumplir con sus deberes en el tema de la corrupción, tendrá que definir hechos tan fundamentales como la adecuación de la sospecha a la realidad en asuntos como Iguala o la política de protección a los derechos humanos.
Asimismo, sería muy conveniente que antes de que acabe el sexenio, por la salud democrática y moral de la nación, los senadores legislen en torno a nuestra defensa nacional, puesto que no podemos permitir que el Ejército mexicano libre batallas que no le corresponden.
Y finalmente, este Senado tendrá que armonizar desde el uso de la marihuana con fines medicinales, hasta legislar en el ámbito constitucional y nacional el derecho a consolidar matrimonios entre personas del mismo sexo.
Antonio Navalón
@antonio_navalon