Es muy probable que ni en las peores pesadillas de Hillary Clinton, haya existido la posibilidad de que en la recta final, a escasos días de celebrar las elecciones de California –el Estado Dorado y el gold rush del voto demócrata– tendría una ventaja tan cerrada con su principal oponente Berni Sanders.
¿Qué fue lo que pasó? Por qué la campaña de una mujer con una gran capacidad para dirigir a Estados Unidos se ha ido desangrando a manos de un “joven” de 74 años que actúa como si no tuviera pasado y como si sus votos a favor o en contra no le afectaran. Mientras que a la ex secretaria de Estado, el pasado no deja de perjudicarle y de impedirle la comunicación con su electorado.
En ese contexto, aunque la candidata nominada del Partido Demócrata llegue a ser Hillary Clinton y aunque derrote a Donald Trump en la elección presidencial, tanto Sanders como Trump ya son los ganadores.
Y es que, ellos lograron llegar hasta los límites propios de los siete infiernos y anunciar urbi et orbi que la clase política tal como la conocimos, y la hegemonía de los grandes partidos en EU, ya están llegando a su fin.
En un escenario donde el enojo social, el fracaso del sistema, la corrupción y la impunidad, hicieron posible que los grandes protagonistas de este proceso electoral fueran los representantes del antisistema.
Ya que si sumamos los votos de Trump con los de Sanders, sabremos que ahora doblan las campanas por los políticos tradicionales. Dando paso a un nuevo espacio en la vida política del imperio del norte, donde se pueden ganar las elecciones y no tener la legitimidad necesaria para ejercer el gobierno.
Y en ese sentido, Hillary Clinton es percibida como la defensora de un sistema que ha perdido la capacidad de regenerarse, de representar a los jóvenes y a todos aquellos que esperan el siguiente paso de la justicia social para construir un país nuevo.
Después de la elección de California del próximo 7 de junio, será difícil ver cómo se podrá unificar tanto el Partido Demócrata como el Republicano.
Pero de momento lo cierto es que la clase política tal y como la conocimos murió a manos del Tea Party y de la insensibilidad representada en parte por Barack Obama, cuando asumió que la crisis económica del 2008 se quedaría sin culpables, y que al final sólo pagarían las clases medias bajas del pueblo estadounidense.
Situación que en estos momentos se refleja en el escenario que tenemos de cara a las dos convenciones –la republicana y la demócrata– y en todo aquello que realmente existe detrás de la campañas presidenciales de las figuras de Clinton y Trump.
Antonio Navalón
@antonio_navalon